Elecciones en Estados Unidos
Inmolación y/o victoria
Abrazar bebés conmueve a la parroquia, es necesario conjeturar eslóganes y hay que salir en televisión, mejor haciendo el ganso, pero al final siempre desembocamos en el apotegma de Luis Aragonés. Tanto da que seas de Mourinho o Guardiola, de «Barrio Sésamo» o «Los mundos de Yupie», vegano o carnívoro, que hay que ganar, ganar y volver a ganar. Pregúntele al Bayern, perdidos en el arcón de la injusticia poética mientras los colchoneros reservan plaza en San Siro. O al acartonado Al Gore tras la debacle en Florida. El problema llega cuando del fin justifica los medios pasas directamente al fin justifica el esperpento y tienes que comerte los recortes de prensa con subrayados fluorescentes. Algo así le viene sucediendo al partido republicano estos días. Instalado de forma irrevocable en el territorio apocalíptico abierto tras la consagración de Donald Trump como pretendiente seguro a la Casa Blanca, sus principales hombres debaten a solas si seguir al ángel exterminador o practicarse un limpio harakiri. Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, ya ha dicho que en principio él no bendecirá a semejante andorga. Se reúnen mañana jueves, pero desconocemos si habrá pico o duelo al sol. Marco Rubio, al que Trump bautizó como el Pequeño Marco, mantiene su oposición al matador rubio, que ha desjarretado los principios programáticos de la formación. El problema es que el 8 de noviembre los estadounidenses no sólo eligen al nuevo presidente. También hay final por los 435 distritos del Congreso, 34 escaños en el Senado y 12 gobernadores. ¿Qué hacer?, preguntan a sus asesores los candidatos mientras tiemblan bajo el edredón. El aluvión Trump beneficiará a algunos, pero allí donde triunfa la incertidumbre, con el premio moviendo el talle al albur de un fajo de votos, su cercanía puede achicharrarlos. «Terminó la cuenta atrás», escribe John Bresnahan en Politico, «ya no hay dónde esconderse de Trump, y te guste o no los próximos 5 meses consistirán en una dieta de Trump, Trump y más Trump». Casi ves crecer los colmillos del reportero enumerando las preguntas con las que serán acosados. ¿Aprueban la construcción del muro con México? ¿La expulsión de 11 millones de ilegales? ¿La caza de brujas contra los musulmanes? ¿La guerra comercial con China? ¿Liquidar la OTAN? ¿Abandonar a socios como Corea del Sur y Polonia si no pagan por nuestros servicios? ¿Qué tal la retórica de bar a medianoche, las groserías, la misoginia rampante, la delectación con la que Trump caricaturiza y cosifica a sus rivales, los ataques ad hominen? ¿Y las cambiantes opiniones que mantiene respecto al aborto, las subidas de impuestos que pronostica, su defensa de los servicios sociales o la promesa de dinamitar los tratados de comercio internacional? ¿Les suena Irán? Volviendo al principio yo ya entiendo que en esta vida todo es negociable excepto la muerte. Que el honor tiene precio y a ti te encontré en la calle. Pero tendrían que preguntarse si a los pies de una improbable victoria inmolarán cuanto sea menester. Si entre los cachivaches superfluos figura su propio partido.
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