Julián Cabrera

Interinidad insoportable

Visto muy desde la distancia, que un país como el nuestro viva un año pentaelectoral bien podría interpretarse como la sublimación de eso que llamamos «fiesta de la democracia». Nada más lejos de la realidad. El hecho de acudir con tal frecuencia y en tan cercanos periodos de tiempo a las urnas, en lo que acaba derivando, máxime en un sistema con las peculiaridades del nuestro, es en lo más parecido a la ausencia de estabilidad política e institucional.

La posición de los llamados partidos emergentes mirando de reojo a la inmediata cita de turno con las urnas podría no tener fin hasta terminado el año. La realidad es tozuda, la cercanía de las elecciones del 24-M está condicionando la forja de un nuevo Gobierno y la propia investidura de Susana Díaz en Andalucía, y eso es tan innegable como el hecho de que la proximidad de las generales condicionará, y de qué manera, la conformación de más de uno y más de dos gobiernos autonómicos y de decenas de ayuntamientos.

La interinidad amenaza por lo tanto a muchos gobiernos territoriales, teniendo en cuenta que retratarse podría condicionar una expectativa que, especialmente en el caso de Ciudadanos y de Podemos, está prioritariamente puesta en la composición del nuevo Congreso de los Diputados. No descarten, por lo tanto, que tras las generales y ya sí con el mapa político nacional bien definido recorra lo largo y ancho del país un auténtico tsunami de mociones de censura sobre lo investido tras los comicios de este próximo domingo.

No vendría nada mal darle una vuelta a espaciar las citas con las urnas al menos entre autonómicas/municipales y legislativas, ya saben, como los mundiales y eurocopas separados por dos años. La estabilidad política del país lo acabaría agradeciendo.