Julián Cabrera
Interpretar al Papa
El Papa Francisco lleva camino de disputarle a Juan Pablo II aquel calificativo del que se hizo merecedor el santo polaco cuando recorría el mundo llevando consigo toda una carga en su mensaje. El «papa viajero». Este mes de septiembre Jorge Bergoglio, que tan solo hace unas semanas recorría la Latinoamérica más profunda pisará primero La Habana y a continuación Nueva York. Será un viaje histórico en el que, den por seguro, habrá más Harlem y barrios humildes que moquetas y Habana vieja de cartón piedra. Pero un papa como el actual que mantiene el mensaje de carne y hueso alejado de la infalibilidad de un Sumo Pontífice y que no se ha alejado de las formas de aquel cura del barrio bonaerense de Boedo, tampoco escapa a los manipuladores que desde el más rancio populismo establecen un descarado paralelismo entre el mensaje evangelizador de Francisco y sus intereses puramente políticos.
Los aplausos de Cristina Fernández de Kirchner, de Evo Morales, de Nicolás Maduro o del propio de Pablo Iglesias además de no ser casuales encierran la trampa de la equiparación entre la doctrina social de la iglesia y una filosofía política que ha sembrado de miedo y de represión durante décadas a muchos pueblos. Cuando Evo Morales le regalaba al Papa una figura de Cristo en la cruz trufada con una hoz y un martillo estaba plasmando en un claro símbolo esa torticera interpretación del mensaje de apoyo a los más humildes. Juan Pablo II en otro contexto y en distintas circunstancias no dudó en espetarle en su viaje a Nicaragua a Ernesto Cardenal que «usted es un hombre bueno pero en un camino equivocado». No habrá que perderse lo que Francisco pueda decirles a los Castro, no tan cándidos como Cardenal.
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