Martín Prieto

Intervención indolora

La Razón
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La Vicepresidenta del Gobierno, que no es una dicharachera, ha recordado la obviedad de que el artículo 155, y siguiente, de la Constitución, permanece vigente. Toda la ley fundamental lo está aunque la posibilidad de intervenir una autonomía con el acuerdo de calidad del Senado sea un asunto tabú y sin precedentes. El runrún de que el Presidente Rajoy esté por esa labor depende del grado de martirologio de opereta que quiera asumir Artur Mas convertido en paso procesional de la Virgen de los Dolores. Por un amago de huelga de controladores un Gobierno socialista (Zapatero y Pepe Blanco) suspendieron por unos días derechos y libertades constitucionales y los militares subieron a las torres de tráfico aéreo. Tras la crítica y estupor iniciales no cundió ninguna alarma y la normalidad siguió su soporífero viaje. Son competencias gubernamentales aplicables con sentido común y prudencia. El 155, como el resto de la Constitución, fue aprobado por todos los partidos, y, en concreto, por la mayoría del censo catalán. Y, a mayor abundamiento, «el artículo que nunca existió» fue tasado y perfilado por el gran jurista y parlamentario Roca Junyent, en representación del proyecto catalanista de Jordi Pujol. La intervención de una autonomía está doblemente sancionada por los catalanes. El radicalismo independentista presenta con vileza la intervención como una película «gore» o una operación a corazón abierto y sin anestesia. El imaginario de los mentirosos se complace en ver a los blindados bajando por las Ramblas, cientos de guardias civiles cercando las industrias estratégicas, la Fuerza Aérea en El Prat y control militar de acceso a autopistas y AVE. Mal guion para un comic de usar y tirar. El Gobierno de España, hecha la salvedad de la venia senatorial, sólo ha de suspender al Ejecutivo en sedición y Mas y sus consellers se irían libremente a sus casas y a sus cosas porque no se van a suspender derechos como las libertades de Prensa, asociación política y sindical. No habría más tropas en Cataluña que las escasas ya acantonadas y el orden público continuaría en manos de los Mossos d’ Esquadra. La delegada del Gobierno, asistida por catalanes eminentes, intentaría restaurar la economía en el auténtico nacionalismo que consiste en restaurar y distribuir la riqueza. Así las cosas el 155 se presentará como un ataque a la identidad catalana y una muestra de la catalanofobia del resto de los españoles. Me he cruzado con gentes extravagantes, incluso un domador de pulgas, pero jamás di con alguien que tuviera fobia a los catalanes.