César Vidal
Irak o un pan como unas tortas
Dejémoslo claro desde el principio. In illo tempore, me manifesté favorable a la intervención en Irak. No se trataba de que la dictadura de Sadam Husein fuera repugnante –lo era– ni de que hubiera perpetrado horrendos crímenes contra la Humanidad –que también–, sino, sustancialmente, de la convicción de que no podía burlarse de resoluciones adoptadas por la comunidad internacional. A afianzarme en esa posición contribuyeron la demagogia derrochada por la izquierda y los nacionalistas con un «No a la guerra» que, fundamentalmente, pretendía erosionar a Aznar; la indecencia de los que se aprovecharon de la sangre del 11-M para llevar a ZP a La Moncloa y la manera en que se olvidaron incluso de la muerte de Couso, tan manipulada antes, porque la conquista del poder se había consumado. Sin embargo, ahora al volver la vista atrás, sin sentir un átomo menos de asco hacia los demagogos de aquí, no puedo sino pensar que aquella guerra fue un terrible error. De entrada, la economía norteamericana ha sido llevada a su límite con un déficit directamente relacionado con el esfuerzo bélico en Afganistán e Irak, circunstancia que explica sobradamente las posiciones de Obama en política exterior, unas posiciones que arrancan no de que sea socialista o musulmán –dos de las acusaciones más miserables que se han formulado nunca contra un presidente– sino de que su objetivo principal ha sido la reactivación económica de Estados Unidos y ésta podía verse comprometida por la prolongación de una década de guerras. Pero lo peor es que la situación geoestratégica resulta mucho peor. Sadam Husein era un tirano odioso, pero controlado tras su derrota en la Guerra del Golfo. A día de hoy, Estados Unidos, con un Irak desarbolado, se ve obligado a jugar a una estrategia de equilibrio entre Irán y Arabia Saudí, naciones ambas que sustentan a grupos terroristas y que se convertirían en la dueña hegemónica de la zona con que tan sólo una de ellas se colapsara. Hay, pues, que taparse la nariz y mantener a una teocracia equilibrando a la otra. Para colmo, el nuevo régimen de Al Maliki en Irak –una dictadura apenas encubierta– está demostrando ser tan poco efectivo frente a sus enemigos como lo era el de Vietnam del sur frente al Vietcong. Las intenciones fueron buenas y los que se enfrentaron a ellas en no pocas ocasiones no pasaron de ser despreciables manipuladores de la opinión pública... pero en Irak, el pan ha salido como unas tortas.
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