César Vidal

JL y su bestia

Lo conocí cuando era tan sólo un niño. Los padres se habían casado de penalti y JL, sucio, con la ropa llena de lamparones y los bajos del pantalón embarrados, sufría ya ser un hijo no querido. Su madre lo odiaba porque JL simbolizaba la pérdida de una vida mejor que la que ahora padecía. Durante los años siguientes, JL no encajó en ningún sitio. De un colegio lo sacaron los padres porque robaba para gastarse el dinero en revistas y golosinas que repartía entre los que deseaba tener por amigos. Continuaron sumándose los aullidos maternos y los bofetones de un padre desempleado porque no era precisamente laborioso. Un día, falleció su abuela y el padre de JL decidió retirarse al campo convencido de que la magra herencia bastaría para no volver a trabajar ya que el Estado se ocuparía de sus hijos. El Estado les dio educación gratis e incluso las comidas porque no hace excepciones con los vástagos de los holgazanes, pero el dinero se acabó y la situación se convirtió en insostenible.

La madre, ya alcoholizada, bebía no menos de una botella diaria de pacharán y exigía a gritos que JL se fuera de casa quizá para quitarse de delante de los ojos al que consideraba causa de todos sus males. ¡Como si su marido y ella no hubieran tenido parte en engendrarlo! El padre lo envió a vivir unas semanas con un párroco amigo. El sacerdote debía ser buena persona, pero no se tomó a bien –y es comprensible– la cuenta del teléfono erótico que le llegó por obra y gracia de un JL que ya había comenzado a consumir droga. Entonces el padre me suplicó que diera algún dinero a JL porque no podía seguir bajo el mismo techo que la madre. Tendría unos veinte años, pero era un verdadero despojo, resto enfermo del niño desdichado que yo había conocido. JL ha sido procesado por agredir a un inmigrante en compañía de otros jóvenes como él. Seguramente, es un fascista. O quizá es tan sólo un desecho social de los que acaban en el sumidero de la «kale borroka», del 15-M, de los «skin heads» o de los que a golpes quieren independizar Cataluña creyendo que todo será mejor si dan rienda suelta al resentimiento.

Algunos pisarán moqueta y otros morirán en el arroyo, pero en casi todos la bestia que llevan dentro se incubó en un hogar que debía haberles brindado amor y formación y no lo hizo.