José María Marco
Juan Goytisolo y el canon español
Américo Castro descubrió lo que se ha llamado el inconsciente español, aquello que la cultura española reprimió desde finales del siglo XV. Es nuestra herencia judía y musulmana, cuya presencia fantasmal nos hizo la vida algo difícil, siempre según Castro. El descubrimiento podía haber sido una invitación a recomponer una idea integradora de España, distinta de la exclusivamente católica.
No fue así, sin embargo, y la gran crisis de los años 60 y 70, junto con el desplome del nacionalcatolicismo que había sido el esqueleto ideológico de la dictadura trajeron un planteamiento distinto, ya insinuado en la obra de Castro. La deconstrucción de lo español, iniciada en nuestro país antes de que existiera el término, traería aparejada la elaboración de un nuevo concepto de España en el que lo que hasta entonces ocupaba el primer término sólo tendría valor una vez interpretado desde la perspectiva de lo antes reprimido. Sólo sería español, en consecuencia, aquello que manifestaba explícitamente lo que antes se ocultaba o aquello que era susceptible de ser comprendido desde ahí. El resto pasaría a formar parte de aquello en lo que lo auténticamente español no se reconocería ya nunca: una falsificación inaceptable de la verdad recién sacada a la luz.
Juan Goytisolo se dio cuenta bastante temprano de la dimensión de lo que estaba en juego y convirtió su obra y su personaje en un icono de esta España nueva. El gesto, plasmado en obras hiperintelectuales como «Reivindicación del conde don Julián» y «Señas de identidad», conlleva una violencia –simbólica– feroz, saturada, como ha estudiado la profesora Inger Enkvist, de machismo y misoginia. Tal vez fuera ese el precio que había que pagar para convertirse en uno de los fundadores de la España reconciliada consigo misma. Es un gesto profundamente nacionalista, que exige, como es natural, la exclusión de todos aquellos que no asumen el planteamiento básico. Como los antiguos inquisidores, estos paladines de la España auténtica no admiten que pueda haber perspectivas distintas de lo español.
Esta ha sido la base del discurso oficial sobre España que rige desde entonces. Por eso es de justicia que se haya dado el Premio Cervantes a Juan Goytisolo, al que aprovecho para felicitar desde aquí. Lo interesante del premio no es por tanto que se le haya concedido, aunque sea tarde. Lo interesante es que se lo haya dado un Gobierno del Partido Popular. Hay quien suspira por políticos sensibles y ejemplares. Confieso que prefiero los que tienen alguna neurona –dos o tres bastan– en el cráneo.
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