Irene Villa

Jueves Santo

Las calles se llenan de gente que se suma a las procesiones tanto para mostrar su fe como para disfrutar. Todo se vuelve emocionante y extraordinario esta semana de celebración. La Semana Santa es un tiempo de encuentro, pero también de reflexión, y ver esas maravillosas representaciones de Cristo y las imágenes marianas desde las calles, además de emocionar, nos tiene que dejar un gran aprendizaje y un importante crecimiento interior. Cierto que hay calvarios que parecen insalvables, o que no van a acabar nunca, y es que nadie dijo que la vida es fácil; pero cada vez somos más los que comprobamos que merece la pena luchar, que sólo estar vivo ya es un regalo. Justo ahora es el momento propicio para ser consciente y agradecer todo esto. Celebramos, según el calendario religioso de la cultura cristiana, la actividad más importante que es la Semana Santa: la pasión y la muerte del Jesús. Este acontecimiento, profetizado por Isaías en el Antiguo Testamento, marcó la base del cristianismo y, por lo tanto, la base de las sociedades occidentales. Cada uno de los ocho días de las celebraciones de la Semana Santa tiene su historia y su simbolismo. Hoy rememoramos la agonía y oración de Jesús en el Huerto de los Olivos, la traición de Judas y el prendimiento de Jesús. La Virgen María no durmió aquella noche. Y aún le quedaba ver sufrir a su hijo hasta la muerte. Un dolor mucho mayor del que nos puedan hacer a nosotros mismos. Pero afortunadamente siempre vence el amor, la fuerza y la esperanza.