Martín Prieto
Justicia de supermercado
Desde que San Agustín dictaminara que la Justicia es dar a cada uno lo suyo, todo lo que ha venido después es improvisación, componenda, chalaneo, ofertas de supermercado y tiendas chinas de todo a cien. Si se ha tardado 57 años en abrir el juicio por las deformaciones de la talidomida es que la dama de la balanza y los ojos velados no es mujer de bien. Los policías implicados en preservar la impunidad del aparato de extorsión etarra deberían haber sido absueltos bajo el imperio del relativismo político-judicial que nos anega. Mientras Montesquieu yace en el pudridero nos damos al inextricable E=mc2, teoría de la relatividad que ensopa los sumarios. Dos funcionarios antiterroristas no facilitan información cierta a ETA ni aunque les conminen sus superiores jerárquicos: sólo cometen tal dislate bajo la orden del poder político. Y así debe ser. Aunque los dos inspectores del «Faisán» hayan sido tan clementemente sentenciados, cabe esperar que el Tribunal Supremo les exonere porque no han de cargar con los delirios pactistas y las quimeras pacifistas de presidentes y ministros olvidadizos de que se deben a quienes les han votado y no a la gracia de Dios. José Luis Rodríguez Zapatero exclamando de madrugada sobre los escombros de la T-4 y dos cadáveres eso de «ha sido un error» escenifica las circunvalaciones cerebrales del que tiene sueños con el Nobel de la Paz. De las reformas constitucionales que nos acechan, una es urgente: declarar también inimputables a los secretarios generales del PSOE, y con efectos retroactivos, para ahorrarnos gastos en la Audiencia Nacional. La financiación ilegal socialista se saldó fusilando a la tropa, y la corrupción sangrienta de los GAL ahorcando suavemente a los coroneles y encapsulando en el Limbo a la X, Gran Hermano que todo lo ordena y lo ve. Perdura esa máxima mastuerza de que el Estado también se defiende en las cloacas, para arrojar a ellas el Código Penal y hacer befa del Estado de Derecho. Si la sociedad no estuviera al cabo de la calle de estos sórdidos asuntos, hasta el miserable sainete del «Faisán» pasaría por folletín entretenido, pero seguir encubriendo tan malamente la esquizoide política antiterrorista del PSOE resulta estomagante.
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