Política

Francisco Marhuenda

La antihistoria nacionalista

La antihistoria nacionalista
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Alos nacionalistas catalanes siempre les ha gustado la épica escocesa. La realidad es que no existe ninguna similitud histórica entre Cataluña y Escocia. Es cierto que los historiadores de cámara del nacionalismo y escritores como Albert Sánchez Piñol, autor de una obra de ciencia ficción sobre 1714, son capaces de dejar que se desborde su imaginación y confundan los deseos con la realidad. La verdad es que no me sorprende esta actividad que convierte la Historia en propaganda. Sánchez Piñol arremetía hace unos días contra Toni Bolaño con una sucesión de tópicos nacionalistas que producían vergüenza ajena. Es posible que tenga un gran futuro en la ciencia ficción y acabe ganando el Premio Nebulae, pero me temo que como historiador aficionado deja mucho que desear. Su idea de la Guerra de Sucesión no hace más que trasladar un esquema interpretativo que desconoce la realidad dinástica, social y económica de la época, pero supongo que se sentirá contento siendo un «bon noi» del independentismo. El territorio escocés no fue romanizado y el emperador Adriano ordenó que se levantara el muro o muralla que lleva su nombre para impedir las incursiones de los pictos. Con Antonio Pío se trasladó más al norte, pero se retrocedió ante las incursiones. Escocia ha sido un realidad histórica independiente durante buena parte de su historia. Durante la Edad Media, el reino escocés combatió habitualmente para hacer frente a las ansias expansivas de sus vecinos ingleses. Las dos coronas se unieron a la muerte de Isabel I Tudor, pero manteniendo su independencia en la figura de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra. Fue una unión personal que sería efectiva en el Reino de Gran Bretaña tras el fracaso de la aventura escocesa de intentar establecer la colonia Nueva Caledonia en el istmo de Panamá. El fracaso en Darién arruinó a la sociedad escocesa y la abocó a la unión. Cataluña ni existió como tal en la Edad Media ni los condes soberanos de Barcelona y luego reyes de Aragón fueron «reyes catalanes». Cuando se habla de principado de Cataluña sus presuntos titulares no enterían a qué se referían esos historiadores, porque eran condes de Barcelona. Cuando Ramón Berenguer IV se casó con Petronila, utilizó el título de príncipe de Aragón. Sus sucesores eran reyes de Aragón, y el condado de Barcelona era uno de sus títulos. Con respecto a 1640 y la «gesta» de 1714, fueron la expresión de la traición de las oligarquías catalanas contra sus reyes legítimos, Felipe IV y Felipe V.