El desafío independentista

La cabra tira al monte

La Razón
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Suena frívolo, porque vivimos tiempos turbulentos, pero la jornada de ayer resultó muy divertida. El climax llegó con la aparición de Mariano Rajoy, justo tras el Consejo de Ministros, para anunciar que no se suspende la autonomía de Cataluña, pero serán cesados Puigdemont, Junqueras y todos los consejeros. También que se limitan competencias al Parlamento catalán, el Ministerio del Interior asumirá el control de los Mossos, se meterá en vereda a TV3 y convocarán elecciones autonómicas en seis meses. Sonó el teléfono y era Rubén Múgica, desde Bilbao, para decirme emocionado que viviamos un día histórico, un golpe a esa ideología venenosa que es el nacionalismo identitario y el fin de la estafa del mal llamado «derecho a decidir». Rubén, al que me une una profunda amistad desde que los terroristas etarras asesinaron a su padre, vaticinó que la semana que viene veremos como desfilan por el banquillo los que prevaricaron desviando dinero público al «procés», los que perpetraron delitos de odio acosando a niños por hablar español y ser hijos de guardia civil, los que desobedecieron a los jueces, los que se pasaron por la entrepierna la Constitución... A esas alturas, ya me había pegado una panzada de reír, leyendo un tuit de una ciputada de la CUP proponiendo que el Govern pase a Perpignan y organice desde allí la «resistencia». Como no hay fiesta sin música, no tardaron en aparecen los mariachis de Podemos confesando sentirse en shock, acompañados por un cariacontecido Gabriel Rufián, quien soltó que esta generación ya tiene su 23F. No existe democracia sin ley y la inmensa mayoría de los españoles, incluyendo por lo menos a la mitad de los catalanes, llevábamos mes y medio clamando por algo como lo que ayer escenificó Rajoy. Hizo bien el presidente en enfatizar que el 155 ni era el deseo ni la intención del Gobierno, pero se han acabado las pamplinas.

Por dura y delicada que sea la tarea, por muchas reticencias que ponga ese PSOE que hoy apoya sin fisuras pero anteayer consideraba anatema aplicar la Constitución, por muchas pavadas que digan los corresponsales extranjeros y la «quinta columna» mediática nacional, esto no se puede zanjar con la jubilación política de Puigdemont y su cuadrilla, acompañada de unos retoques cosméticos en los Mossos y TV3. La cabra tira al monte y volveríamos pronto a las andadas. Hay que ir a la raíz y eso exige cambios profundos en Educación. Será sencillo si ganan las próximas autonómicas los no nacionalistas, pero incluso si no es así, el Gobierno tiene la obligación moral de lograrlo.