Mundial de clubes

La cara A

La Razón
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Listo para el clásico, no por la escuálida victoria en el Mundial de Clubes –ya son seis trofeos en este torneo antes llamado Copa Intercontinental– sino por la imagen ofrecida en Abu Dabi. El Madrid se mudó a casa del Gremio; pero tardó en encontrar las llaves de la vivienda. Merodeaba por el portal de Marcelo Grohe, con la juvenil persistencia de Carvajal, pero no terminaba de acertar con el acceso. Ofrecía los amagos de Cristiano, las frustraciones de Benzema junto al trabajo bien hecho, los intentos fallidos de Varane, arriba, la omnipresencia de los laterales, como en sus mejores tiempos, y la seriedad, en suma, de un equipo superior sin la pericia del cerrajero. Zidane alineó a los campeones de Cardiff, que se esmeraron para recuperar la estima del entrenador, que no pierde ni una final de las que juega, y aparcaron en el vestuario el papel de turistas afortunados que exhibieron en la semifinal. En este encuentro, el único jugador que no pudo evitar el rol turístico fue Keylor Navas.

Cuarenta y cinco minutos intensos, proclama de la superioridad total, pueden resultar insulsos si prevalece el 0-0 tras el descanso. Pero, no. Cristiano acertó a meter entre la barrera el balón de la victoria y el Gremio, que pretendía ganar al contragolpe sin chutar, capituló superado por el Madrid. Loas al campeón. Muy superior, mucho mejor que el timorato campeón suramericano, el equipo de Zidane envió un aviso al Barça. Ha vuelto. Lucha, compite, juega, disputa; ha recuperado al Bale estelar –cruzar los dedos– y Ronaldo marca incluso de falta. El Madrid muestra otra vez la cara A. El clásico promete.