Alfonso Merlos

La casta silenciosa

Na de na. Es lo que tienen que decir nuestras apoltronadas elites sindicales ante los escandalosos casos de corrupción que manchan el corazón de UGT y CCOO en Andalucía. Toxo y Méndez. El silencio, el cinismo, el insulto, el oprobio, la ausencia de dignidad y decoro para responder a los ciudadanos cuyos bolsillos han sido expoliados. Se acumulan uno tras otro los episodios: presuntos líderes obreros que son untados por el PSOE para liársela a Rajoy en las calles de Madrid, comisiones escandalosas trincadas de forma sostenida a costa de los parados, entramados engrasados con la idea de convertirlos en auténticas y rapidísimas autopistas para la financiación ilegal de los llamados agentes sociales. El descrédito de los supuestos defensores de los trabajadores difícilmente puede ser más alto. Pero seguro que seguirán escalando la montaña de la desvergüenza, de la complicidad con los saqueadores, de la colaboración pasiva con los que se han entregado a las más sucias tareas para forrarse. Únicamente. Y para tirar ese dinero en viajes o en fiestas.

Ni Méndez ni Toxo pueden pedir respeto. Porque, por acción y omisión, están conduciéndose de la manera perfecta para que los españoles les ignoremos o despreciemos. Es con frecuencia lo que le ocurre a la casta. Y ellos están cada día más cerca de representar a esa casta que blinda sus privilegios, que ve fantasmas por todas partes, que considera la autocrítica una enfermedad, que se esfuerza por defender o justificar a la canallesca siempre que la canallesca esté en el lado adecuado, o sea, en el del chollo. ¡Basta ya! Estos señores no nos representan. Han prostituido la noble y abnegada función sindical. Hace demasiado tiempo que se dedican a sus negocios, que le dan la espalda a unos ciudadanos que, en esa posición, lo tienen facilísimo para propinarles un puntapié en el trasero.