Julián Redondo
La chistera
Nueve meses después de ganar la Liga de Campeones al Juventus en el Olímpico de Berlín (3-1), Luis Enrique repitió la alineación, un once que se recita de memoria, que es habitual, fiable y reconocible; un estilo inconfundible con denominación de origen; un cheque en blanco que incluso en partidos más trabados que brillantes garantiza beneficios más allá de la vida o la muerte, ese decimal del fútbol al que se refería Bill Shankly. Y no es fácil sacar réditos en Europa frente a rivales como el Arsenal, que pilotado por Arsene Wenger se ha convertido en el eterno aspirante a todo: ofrece tantas expectativas como naufragios en la playa. Y, además, no tiene la chistera de Luis Enrique.
No hay trucos sin magos y el Barça fascina, sobre todo del centro del campo hacia delante, donde hechiza con un trío de prestidigitadores que posiblemente no necesiten ni que el entrenador les espabile al grito de ¡abracadabra! La resistencia del Arsenal quebró con un despeje de Iniesta, brujo indispensable; el balón llegó, y no por casualidad, a los pies de Suárez, contragolpeador secundado por Neymar y el goleador Messi, que añade a Cech entre sus víctimas. Dos veces le batió, dos goles de cuartos.
Reflexiona Marcelino, el entrenador del Villarreal, que el Madrid tiene potencial, pero no equipo; que el Atlético posee equipo, pero le falta potencial, y que el Barcelona está bendecido en las dos vertientes. Grupo y figuras, fútbol y recursos, calidad y goles. Y como defiende bien y en la portería disfruta de la fiabilidad de Bravo y Ter Stegen, cada uno en su turno, avanza hacia los objetivos más seguro que, por ejemplo, el Bayern, que ganaba 0-2 y empató con la Juventus.
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