Martín Prieto

La chusma tiene domicilio fijo

Las entrañables pensiones subtitulan sus rótulos en «transeúntes y estables», y los alborotadores que tan innecesariamente nos afligen parecen pertenecer a la categoría de aquellos últimos. Comunicados por las redes sociales llegan en columnas a los puntos incendiables (no me refiero a los legítimos manifestantes) y regresan a casa tras haberse beneficiado del inevitable altavoz de los medios. Son transeúntes, pero también estables porque nunca falta un juez de guardia en extremo garantista que les deje en libertad por tener domicilio conocido, aunque presten declaración con la piedra en la mano. El rifirrafe conceptual por las algaradas madrileñas es voluta de humo: si 1.700 antidisturbios no pueden congelar a menos de 200 vándalos es que existe un error de táctica policial o los mandos técnicos o políticos han fallado por falta de información instantánea. Afortunadamente no asistimos a un estallido social, ni siquiera en sus prolegómenos, y éstas no son las ciudades en cólera que asustaron a David Cameron, ni los barrios magrebíes de París. Los inspiradores de esta «kale borroka» están bien instalados al amparo de la monarquía castrista o participan de las tertulias televisadas, cuando no manejan una tele de barrio propia. «Tigres de papel». La España democrática ha soportado la mayor ofensiva del terrorismo de izquierdas (ETA, Grapo) organizada en el Occidente europeo. Vamos a contrapié y mientras en Europa crece la ultraderecha, entre nosotros prospera la ultraizquierda y se tilda de fascistas a los conservadores. Los más listos de esta patulea acabarán en un confortable sillón del Parlamento europeo, como «Dany el rojo», hoy verde, o en la asesoría de mercadotecnia de alguna multinacional. No son pocos los que comenzaron en la revolución y acabaron en la patronal bancaria. Habrán leído en diagonal «Reflexiones sobre la violencia» del ingeniero francés y rebotado del marxismo, Sorel, que predicando la barbarie al proletariado fue libro de cabecera de Mussolini y Hitler. Si estos tienen domicilio fijo, ¿cómo se mueven con tanta donosura?