Carmen Gurruchaga

La codicia de trasfondo

La fatídica noche de la macro fiesta celebrada en el Madrid Arena, cuyo resultado final ha sido la muerte de cinco chicas, nada se hizo de acuerdo con la normativa existente para este tipo de actos. Y lo peor es que, según afirman los interesados, lo habitual es actuar de esta manera, porque nunca sucede nada y se obtienen pingües beneficios.

En primer lugar, probablemente lo más grave de todo sea que se superó en un 50 por ciento el aforo y en 7.000 personas el número de entradas que el organizador declaró haber vendido. Los servicios médicos fueron escasos, carecían de medios y el segundo médico, hijo del titular, es funcionario municipal, por lo que no podía estar allí trabajando.

Otra grave anormalidad fue que, en el exterior, varios miles de personas hacían botellón, una actividad prohibida que paradójicamente, no vieron los policías municipales destacados en el lugar. Sin embargo, sí resultó lucrativa para quienes les cobraron 10 euros con la condición de dejar que se colaran a la actuación del DJ Aoki. Y sobre las 03:00 horas, esas miles de personas se introdujeron en el recinto por una de las salidas, sin que los encargados de la seguridad impidieran la avalancha que generó esta entrada masiva de jóvenes sin control y todos al mismo tiempo.

Otros que estaban dentro, al ver la que se les venía encima, quisieron huir y se encontraron en el mismo vomitorio con los que accedían; una circunstancia que a la postre resultó mortal para las cinco chicas, pero que pudo haber sido mucho peor. De hecho, muchas de las personas allí atrapadas resultaron con lesiones más o menos graves y otras, desobedeciendo las órdenes de los de seguridad, huyeron de los agolpamientos por las puertas que estaba prohibido salir. Ojalá la Justicia actúe rápida y severamente contra los responsables.