Francisco Marhuenda
La conferencia política de los alienígenas
Durante años, Rubalcaba se labró la fama de ser un gran estratega político. Había una coincidencia generalizada en que era la encarnación de Talleyrand, Fouché y Metternich. Eran tantas las loas que recibía que la persona era irreconocible tras el mito. Era la mano que movía los hilos del felipismo durante los años del declive y también durante el zapaterismo. Los periodistas fuimos los principales hagiógrafos del personaje, que se sentía cómodo en ese papel de visir todopoderoso y omnipresente. El problema es que el visir quería ser el califa, aunque insistía en que lejos de su ánimo asumir la responsabilidad. Algunos medios de comunicación aplaudían fervorosos ante la modestia del mito, pero la realidad es que siempre soñó con ser el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE. Es indudable que Rubalcaba tiene talento, aunque el tiempo ha demostrado, una vez más, que los mitos se caen del pedestal en el momento en que profundizamos y surge el hombre que realmente está detrás. Hoy es un político obsesionado con que le quieren echar de la secretaría general y que busca ganar tiempo para ser el candidato. Es cierto que la esperanza es lo último que se pierde, pero la realidad es que ni le acompañan las encuestas ni cuenta con el apoyo de los barones socialistas.
La conferencia política es un encuentro alienígena, porque a nadie le interesa su contenido y mucho menos a los dirigentes socialistas. No entiendo por qué no se elevan más voces exigiendo la convocatoria de un congreso o unas primarias que resuelvan el grave problema de liderazgo que existe en el PSOE. El lunes todo seguirá igual. Rubalcaba aferrado al poder en la calle Ferraz, convencido de que sólo le quieren unos pocos fieles, mientras el resto del mundo no le entiende. La realidad es que su continuidad es, simplemente, un chollo para Rajoy y el PP. No entro en si es justo o injusto para Rubalcaba, la realidad es que no conozco a ningún dirigente del PSOE que no comparta esta afirmación. No conozco a ninguno que considere sensato que siga en la secretaría general, aunque algunos creen que al final lo mejor es que se coma el marrón de una nueva derrota. La opción de encabezar un tripartito con Rosa Díaz y Cayo Lara es la última esperanza de un político que sólo mira al pasado.
Los barones socialistas han acudido a la conferencia política con una desgana antológica. Los debates ideológicos no interesan dentro del partido y mucho menos fuera. El PSOE necesita un revulsivo ante la opinión pública que permita reconstruir una formación en declive e insufle ánimos en un electorado que alucina ante el encuentro alienígena que hemos vivido este fin de semana. Es cierto que nadie se atreve a dar el paso y que todos están expectantes. Rubalcaba espera el «milagro» que impida que Rajoy tenga una mayoría suficiente sin entender que el cambio de ciclo económico y la estabilidad favorecen al PP. Lo de Patxi López, tras fracasar en el País Vasco, es insólito; Carme Chacón provoca inquietud a Rubalcaba como reflejó la torpe e inaceptable descalificación personal con tintes machistas que le dedicó, pero no da el paso; Emiliano García-Page necesita ganar en Castilla-La Mancha, aunque es difícil que le apoyen algunas federaciones, y Eduardo Madina es la duda permanente, aunque sería el equivalente a lo que fue Zapatero en 2000. Es la crisis más grave del PSOE desde Suresnes.
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