Julián Cabrera
La Copa y el Rey
Los Reyes estarán pasado mañana en el palco de Chamartín presidiendo la final de Copa. Esta vez se enfrentan dos grandes con no menos grandes aficiones, que no se espera –de momento– sean utilizadas por intereses ajenos a lo puramente deportivo. Pero no faltan quienes ya agitan las llamadas redes sociales para que esa costumbre instalada en las últimas ediciones de silbar mientras suena el himno nacional en presencia de los Monarcas vuelva a reeditarse el viernes, esta vez no a cuento de reivindicaciones soberanistas, sino de una mal entendida defensa de los más desfavorecidos y golpeados por la crisis.
La monarquía, a la que tanto deben la democracia y los ciudadanos de este país, percibe con cuentagotas el aliento de algunas formaciones políticas, un aliento más necesario que nunca cuando toca defender la estabilidad institucional en tiempos difíciles.
Cualquier excusa les sirve a algunos para poner en entredicho el papel de la Casa Real agitando el árbol y buscando recoger según qué nueces. Pero si algo resulta realmente chocante es la tibieza de algunos dirigentes de un partido socialista que se entiende debiera tener el sentido de Estado en su ADN.
A las machadas desde el PSC de Pere Navarro y su febril petición de abdicación para el Rey se sumaba el también socialista valenciano Francesc Romeu, brindándonos un supuesto «cansancio» con la Corona, por no hablar de las insinuaciones de opacidad en la institución a cargo de otros como Ximo Puig o Elena Valenciano.
La del viernes, gane quien gane, ha de volver a ser la Copa del Rey, olvidando aquelarres extremistas y el himno nacional, si no tarareado a lo Luis Aragonés, sí deberá sonar ante un respetuoso silencio, aunque sólo sea para tranquilidad del hombre menos envidiado en esta cita: el realizador de RTVE.
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