Restringido
La crisis... de los cuarenta
La crisis de los cuarenta no es una enfermedad. Es un periodo de tránsito personal de una etapa de la vida a otra que cada persona vive de manera diferente. No es exclusivo de un sexo, la experimentan por igual mujeres y hombres, y tampoco se produce a una edad exacta. Hay quien comienza a sentir el abandono de su juventud a los treinta y cinco años, hay quien palidece ante esta idea con cuarenta y pocos. En todo caso, es un momento en el que un ser humano siente que ha pasado su juventud y entra en la madurez.
Es posible que la crisis de los cuarenta no afecte de manera exclusiva a las personas individuamente, quizá también afecte de manera colectiva, a grupos más o menos numerosos e incluso a la sociedad entera.
Con la coronación del Rey Juan Carlos comienza la Transición en España. Se cumplirán este mes cuarenta años de andadura en el nuevo periodo democrático. La pregunta que me formulo es si está el país atravesando una crisis de maduración,
Los síntomas son parecidos a una crisis de los cuarenta cualquiera: te sientes viejo aunque objetivamente no lo eres, te angustias porque se escapa la juventud, como lo hace el agua entre los dedos. Aunque la experiencia aporta un importante plus personal, añoras la capacidad proteica y la fuerza imparable de los veinte años.
La crisis de edad está relacionada, en ocasiones, con cambios en el entorno, como el fallecimiento de los padres o la marcha de casa de los hijos que se han hecho mayores. Los líderes sociales y políticos que construyeron la democracia española están retirados algunos y otros ya no se encuentran entre nosotros, y la generaciones más jóvenes quieren su parte del espacio público.
Un cuarentón o una cuarentona afectados por la crisis propia de su edad se ven impulsados a realizar cambios que se gradúan desde vestirse con ropa más juvenil o practicar deporte, hasta cambiar de trabajo o de familia.
El intento de disimular físicamente el paso del tiempo es una constante, también una parte de la sociedad española busca ese cambio de «look» que le ayude a reafirmarse en una edad más joven, de energía renovada. Sin duda, ahí está el vigor demoscópico de C’s y Podemos: algunos quieren ver en ellos la imagen renovada que buscan.
En los casos más graves se produce un número elevado de divorcios. Si el brote es agudo nace un sentimiento de cansancio hacia la misma pareja, en los casos más desesperados se llega a buscar de una nueva pareja más joven que ayude a anclarse frente al paso del tiempo, o mejor aún, arrancarle años en una cuenta atrás a la vida.
Hay muchas personas cansadas del PP y del PSOE, demasiadas mañanas desayunando con las imágenes de ambos partidos, comiendo con ellas y cenando con ellas. Quieren una separación, de momento por un tiempo, y ya veremos si no definitiva.
Otros se han cansado directamente de España y quieren el divorcio, no están dispuestos a jubilarse con quien ha sido su pareja tantos años. Los independentistas catalanes están en un brote muy agudo de crisis de madurez y sólo así entienden los profesionales su carrera hacia la eterna juventud que creen hallar en un nuevo estado.
A los que reclaman un nuevo proceso constituyente, más bien les gustaría vivir de nuevo 1978. Quizá no cambiarían nada de lo que se hizo entonces, sencillamente quieren volver a sentirse jóvenes. Ya hemos visto cómo después de 32 años la ideología que representa el sr. Iglesias ha terminado estando a favor de la OTAN, con lo que tuvo que escuchar el PSOE en los años posteriores al referéndum.
Se está instalando una sensación de desgaste por envejecimiento de las instituciones, de las maneras de hacer las cosas sin que se ponga en valor precisamente la experiencia acumulada de estos cuarenta años, el perfeccionamiento de las instituciones por la propia práctica diaria, y se olvida a menudo que nuestra democracia es la más joven de Europa occidental.
La crisis de los cuarenta pasará, nos daremos cuenta de que somos aún muy jóvenes como democracia, pero ya somos un pueblo maduro. Que tenemos un «background» cada día mayor, y eso es un valor añadido. Que las canas no tienen por qué sentar mal y podemos estar orgullosos de lo que hemos hecho entre todos en estos 40 años. Que hemos compartido mucho juntos y debemos una lealtad a la pareja, se llame España o Cataluña.
Una democracia como la nuestra debería estar dando lo mejor de sí en este momento aunque, bien pensado, a lo mejor lo está dando y esta maldita crisis, tan humana como pasajera, no nos deja verlo.
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