Iñaki Zaragüeta
La debilidad de Ximo Puig
La coalición de Gobierno del PSOE valenciano con Compromís, y el apoyo parlamentario de Podemos, «está a prueba de bombas», declaró ayer su vicepresidenta, Mónica Oltra, al analizar los efectos que pudiera tener la abstención socialista para dar la Presidencia a Rajoy. Y esta vez dice la verdad. Habitualmente no es así. A buenas horas va a consentir ella que ninguno de los tres rompa el «statu quo» ni quiebre su situación de casi presidenta «in pectore» y sus expectativas para 2019 si consigue aunar una candidatura con Podemos e Izquierda Unida.
Precisamente, la propia debilidad política y orgánica del secretario del socialismo valenciano, Ximo Puig, le garantiza mantener su puesto. Da igual que haya contrariado, incluso afrentado, a los tres socios, el lazo se convierte en indisoluble más por éstos que por él. La imagen y la iniciativa del Gobierno la llevan ellos, no él. Puig, acorde con su procedencia, el lermismo, nada a favor de corriente por más que contravenga su ideario, máxime cuando disfruta del privilegio del poder tras obtener en la Comunitat Valenciana los peores resultados electorales de la historia del PSPV. Desde la seguridad de que sus colegas jamás abandonarán la moqueta por propia voluntad, ha podido responder afirmativamente a los deseos del movimiento victorioso en el PSOE. Para cambiar, si llega el caso, siempre hay tiempo.
Así, el actual presidente valenciano ha evitado tensar la cuerda con sus mayores de la Gestora, como ha obviado propiciar una consulta vinculante con los militantes para no comprometerse. Su mala conciencia le hace defender ahora la ausencia de represalias contra quienes voten lo que él no se atrevió, el «no» a Rajoy. Así es la vida.
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