Julián Redondo

La decisión

La Razón
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De «La lista de Schindler» a la de Vicente del Bosque, que requiere ya apuntes definitivos. A Spielberg le respondieron Liam Neeson, Ben Kingsley y el malísimo Ralph Fiennes. La inversión de 22 millones de dólares produjo más de trescientos. Éxito total y prácticamente garantizado con el genial director afectado por el Síndrome de Asperger, esa rareza que forma parte del espectro autista y que quien la padece tiene dificultades para relacionarse con sus semejantes. Paradigma de esta alteración, Lisbeth Salander.

La de Del Bosque, amable, sociable, es otra película que no mide el éxito por la recaudación, aspecto secundario que deciden los patrocinadores, sino por la euforia o decepción que provoca en los aficionados. Cada decisión suya es desmenuzada, analizada, apoyada o discutida. Genera debate, y el de la convocatoria es el primero sean cuales fueren las consecuencias. El asunto es de nombres y de delanteros. Los dos más en forma del panorama actual, y ambos titulares en sus respectivos equipos, son Diego Costa y Aritz Aduriz. Conviven con el gol y uno y otro presentan dos perfiles antagónicos: Aduriz es el hombre tranquilo que a los 35 años está ofreciendo su mejor versión como ariete. Costa es pendenciero, saca de quicio al defensa más templado y algunas acciones suyas son reprobables y sancionables; aunque la última, cuando más cerca estaba de lo que la Selección espera de un goleador, le ha castigado.

Pero no mordió a Barry, que así lo confesó. Le abrazó, como para arrearle un bocado, y el apretujón culminó en beso, sin lengua ni dentellada. Tampoco despreció a los hinchas del Everton. Tormenta en un vaso de agua que sirvió para repudiarle sin pruebas. De Vicente es la sublime decisión.