Martín Prieto
La deformación profesional
Antes de que creyéramos que la democracia formal lo resolvía todo los cursos por correspondencia anegaban el país. Una empresa privada que no hace falta nombrar se convirtió en una especie de Universidad a Distancia para toda suerte de artes y oficios y en su inacabable catálogo podías optar en hacerte peluquera o bombero, pasando por el muy solicitado diploma en contabilidad, en un país en el que los estudios superiores eran socialmente elitistas. El paisaje cambió en una generación, masificándose la Universidad hasta ser una fábrica de parados de por vida y dándonos con un déficit de mano de obra cualificada. La Universidad debe continuar abierta a todo el que gane su beca con esfuerzo, pero no considerarse como escalera social sino como bolsa de conocimientos. En la escuela liberal de Summerville los vástagos de la aristocracia inglesa devenían en mecánicos de automóviles porque esa era su vocación. En España la clase media consideró la formación profesional como un baldón y apostándolo todo a la enseñanza universitaria caímos en Herculano huyendo de Pompeya. El régimen dictatorial era abominable, pero en asuntos puntualmente apolíticos también escribía derecho sobre renglones torcidos. Sus ministerios de Trabajo sembraron la nación de monumentales Universidades Laborales de estilo más o menos soviético donde miles de jóvenes sin recursos estudiaban maestrías o peritajes con becas que abarcaban hasta la alimentación y la ropa. Aquello lo sufragaba, como no podía ser de otra forma, el Estado, sin subcontratas o concursos ancilares. Y no se trataba de gestualidad populista: en la Laboral de Sevilla se formaban en internado 1.500 muchachos. Se ignora por qué la democracia las clausuró en horas veinticuatro. Me lo comentaba José Antonio Fidalgo que a más de líder sindical tiene el sentido común del médico que es: «Ningún Gobierno se ha ocupado lo más mínimo de la formación profesional». Será por ello que la única profesionalidad que ha prosperado ha sido la de los que han hecho agio con la formación.
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