Iñaki Zaragüeta
La democracia del amaño
Si alguien organiza una votación y, como previa, indica que los votos nulos y en blanco no serán tenidos en cuenta, evidencia de entrada que se guarda un margen para dominar y, en caso que haga falta, amañar a su favor el resultado. De Perogrullo. Es lo que los organizadores de la asamblea de la CUP prepararon para el empate, aunque para ello tuvieran que cambiar una veintena de votos nulos o en blanco, como ayer denunciaba LA RAZÓN.
¿Por qué? Es la pregunta que deberían responder y que jamás reconocerán quienes propiciaron la chirigota. Se me ocurren dos respuestas. Una, el temor a que el pronunciamiento mayoritario dinamitara sus intereses, fuera el «no» a Artur Mas o el más improbable «sí», y la igualdad a 1.515 fuera creíble.
La segunda, que los dirigentes de la CUP -han demostrado su gozo en poner cada vez más de los nervios al presidente florero de Cataluña- vieran en las tablas y la correspondiente prórroga de los tiempos, la forma de hurgar con saña en la herida política y especialmente en la psicológica del pobre Mas, hasta sacar a Juntos por el Sí lo que nunca imaginaron.
Tras semejante circo, asombra contemplar cómo son estos colectivos, a los que Pablo Iglesias se apresura a aplaudir, alardean de democracia interna y externa, sin darse cuenta que más pronto que tarde serán desveladas sus formas bolcheviques, así como su política dictatorial marxista que ha fracasado en todos los países con cierto desarrollo cultural, social y económico.
Son, por cierto, las formas que ya ha exhibido la izquierda cuando el método de primarias o asambleario ha contravenido los deseos de los dirigentes. Lo han demostrado Iglesias en Podemos, Pedro Sánchez en el PSOE, Mónica Oltra en Compromís... Así es la vida.
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