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La «depre»

La Razón
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La osa mira para otro lado, apoyada aún en el madroño (puestos a romper con la tradición, el diseñador del escudo rojiblanco y azul podía haber elegido otro árbol, o un arbusto, o un panal de rica miel). La plantígrada no se ha tapado los ojos, pero ha girado; quizá le asusten los cambios que al cabo de 2016 sobrevienen al Atlético como una plaga: Griezmann no le mete un gol a una silla, el equipo los encaja con diabólica facilidad y ha dejado de ser fiable, la Liga se aleja, Oblak y Tiago se lesionan, el nuevo estadio tendrá nombre chino y apellido legendario y el escudo pierde ángulos y tiende a redondearse. Todo lo cual es un engrudo de difícil digestión.

Aquel sistema defensivo casi infalible, aquel muro de contención implacable, aquellas novedosas estrategias en los saques a balón parado, aquellos goles que llegaban por determinación e insistencia, aquella concentración absoluta, aquel contragolpe letal... Todo aquello, todo lo que encumbró al Atlético de Simeone, se ha evaporado. Griezmann no para de correr, pero no ve puerta; Carrasco ya no es tan desequilibrante y Correa no sirve de cuña para que espabile. Koke comete errores incomprensibles, Juanfran no saca un centro bueno, Saúl ni construye ni defiende ni es brillante, Gameiro se despista, Gabi se desespera, Godín se descoloca... Todos se lían con la pelota, que termina por norma en las botas de los contrarios, agradecidos por tantas bendiciones y facilidades que no podían imaginar. El Atleti está «depre» y la osa, claro, mira para otro lado. El vecino, eterno rival, le aventaja en 12 puntos sin hacer nada del otro mundo, salvo no perder, que ya es bastante, y sostenido por el ánimo inquebrantable de Sergio Ramos. Concentración y fe. La verdad.