Iñaki Zaragüeta
La disolución magenta
Rosa Díez, la fundadora de UPyD, continúa empecinada en el derecho de ser ella la que creó el partido y de ser ella la que tiene el derecho a destruirlo. Lejos de reflexionar sobre la idea de un sector importante de su organización respecto a la unificación con Ciudadanos de Albert Rivera, optó por segar la cabeza y la hierba de quienes defendían esa vía como única perdurable para sus siglas. Así lo hizo con Francisco Sosa Wagner, el primero que abanderó esa coalición, y así lo ha ejecutado con quienes han defendido esa línea.
Uno de ellos, sin duda, ha sido el valenciano Toni Cantó, que ayer decidió anunciar su retirada definitiva y, en principio, hastiado más que cansado de la conducta dictatorial de Rosa Díez, se ha inclinado por regresar a su antigua profesión, la del teatro, esta vez con la oportunidad de producir sus propias vivencias en este maremágnum de la política. Una obra que puede tener gran éxito si realmente cuenta pormenorizados los avatares de semejante espectáculo. Cantó no ha soportado la actuación «manu militari» de su jefa, entre otras cosas porque quizá tiene la «potestas» en los órganos de dirección, pero en absoluto la «auctoritas» para ser seguida ciegamente como las huestes aceptaban al Cid o a cualquiera de los líderes que la Historia ha dado.
Lo expresé en un artículo anterior: Díez está conduciendo a UPyD al abismo. Lo peor es que lo sabe pero se siente con derecho a ello. Nada que ver con aquel pensamiento: «La sociedad moderna olvida que el mundo no es propiedad de una única generación». Cambiemos generación por persona y tenemos el caso. Así es la vida.
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