José María Marco

La España del Toisón

La Razón
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Muy adecuadamente, el rey Felipe VI ha querido aunar sus cincuenta años, edad que le sitúa un poco a trasmano de la tan traída y llevada renovación generacional, con la imposición a la Princesa Leonor del Collar del Toisón de Oro. Eso es lo de menos, se dirá, y así es, aunque siempre vale la pena reconocer la astucia política.

Lo fundamental, claro está, es otra cosa, aquello que la ceremonia del Palacio Real puso en escena. La continuidad dinástica, en primer lugar. El gesto del Rey la asegura y adelanta a la heredera del Trono como la garantía de que no se va a quebrar la institución. Al expresar como lo hizo su confianza en Leonor, Felipe VI le dio el aval que su nacimiento, y la Historia, le habían concedido ya.

Y como la Corona representa a España y los reyes simbolizan y dan rostro a la nación, el Toisón vino a significar esa unión entre los muertos, los vivos y los por venir en que consiste la vida de nuestro país. Mientras haya un Rey en la Jefatura del Estado, se dejó bien claro en el Palacio de Oriente, España no se va a romper. Las monarquías tienen esta ventaja, la de hacer asequibles con extrema sencillez, al alcance de todos, y por tanto con la máxima elegancia, conceptos muy complejos. Además de este de la continuidad, hay otro no menos valioso, y es que nadie puede monopolizar el nombre y la representación de España. Para un pueblo, no hay mejor vacuna contra el nacionalismo que la Monarquía. Resulta curioso que cuando tanta gente se pregunta por qué en nuestro país no hay fuerzas extremistas, es decir, nacionalistas españolas, a casi nadie se le ocurre esta explicación, tan evidente.

El Rey explicó también, en los extraordinarios párrafos finales de su muy pedagógico discurso, otra realidad fundamental: la necesaria unidad del monarca con su pueblo y, como corolario político, la identificación de la Dinastía y del Trono con la Constitución: en términos modernos, con la democracia liberal. Es un legado histórico, que data de las revoluciones liberales, cuando la dinastía se comprometió con la libertad de los españoles. Antes de ayer este compromiso fue renovado ante el país como una vocación personal del Rey, o la Reina, de España.