Martín Prieto

La ética de la cal viva

Antes de que el entonces juez Baltasar Garzón le emprisionara para forzarle a delatar a sus jefes, el subcomisario José Amedo era entrevistado por Luis del Olmo en su programa. A micrófono cerrado le dije: «Te van a matar». «Quién, ¿la ETA?». «No, el Gobierno». Afortunadamente me equivoqué y hoy Amedo, quien fuera una especie de Secretario General de los «Grupos Antiterroristas de Liberación» ( GAL), rememora en su imprescindible libro «Cal viva» los años de corrupción del Estado. No se tiene ni remota noticia de que Amedo haya secuestrado, torturado o asesinado a alguien y, cumplida su pena por acatar órdenes, su palabra es tan válida como la de cualquiera. Es más: calla tanto como lo que escribe, y cabe esperar que éstas sean sólo unas «primeras memorias». Es un hecho indiscutible que en nuestra democracia el único partido político responsable de un sicariato saldado con 28 asesinados y el saqueo de los «fondos de reptiles» fue el PSOE. Como es un hecho indiscutible que el único partido condenado en firme por financiación ilegal fue el PSOE. Como dijo Lenin la violencia (también la económica) es la partera de la Historia. Nada que objetar excepto la altanería de tantos dirigentes socialistas que se creen mejores que los demás y en posesión exclusiva de unos principios éticos extraños a una derecha insolidaria y asocial por definición de obligado cumplimiento. A Julián Besteiro (el diputado republicano más votado por Madrid) no le recuerdan en la calle de Ferraz. Besteiro rindió Madrid apoyado contra los comunistas por las tropas anarquistas de Cipriano Mera. Franco le ofreció un avión para que se expatriara, pero permaneció en la capital. Murió en la cárcel de septicemia puliendo retretes sin guantes. Besteiro sigue esperando en su cátedra de Ética de la Complutense una visita intelectual de nuestros dirigentes socialistas. Él les enseñaría que eso de que el Estado también se defiende en las cloacas es la miserable coartada de los moralistas que acaban metiendo a la gente en cal viva.