José María Marco
La ética del ciudadano
Juan Carlos Monedero tiene una obra escrita abundante y variada. Entres sus libros hay algún panfleto de título sonoro y significativo, como el «Curso urgente de política para gente decente», hasta estudios serios, como una recopilación de trabajos de colegas universitarios titulada «Cansancio del Leviatán» (Madrid, 2003). Según este último texto, en algún momento en los años 70, las sociedades se cansaron de Leviatán, es decir del Estado: un Leviatán que para entonces había dejado atrás buena parte de su ferocidad primigenia y se había convertido en generoso dispensador de bienes y servicios, los propios del Estado de bienestar. Entonces se puso en marcha la globalización, que terminaría con la vigencia de ese mismo Estado y, por tanto, con el contrato social que aseguraba los derechos de la ciudadanía. La crisis, se puede añadir, ha puesto de relieve las consecuencias de un desorden que –por otro lado– también abre nuevas oportunidades políticas, como son las redes y la comunicación horizontal entre ciudadanos, capaces de paliar así el desmoronamiento del Estado. De Leviatán a los compañeros politólogos, en pocas palabras. Uno de los textos de esta recopilación se titula «Globalización y transformaciones financieras» y presenta cierto tono optimista. Según el autor, sería posible embridar los flujos financieros salvajes, desatados por el desplome del Estado, gracias a instrumentos políticos nacionales, como la hoy veterana Tasa Tobin. Así sería posible restablecer cierta justicia en una economía casi puramente especulativa. El autor de este texto es José Antonio Moral Santín, catedrático de Economía y comunista. Como miembro del Consejo de Caja Madrid, Moral Santín utilizó su tarjeta «black» para hacerse con 426.000 euros, mediante el procedimiento de sacarlos del cajero automático (en 692 ocasiones). De ese dinero no queda ni rastro. Un buen ejemplo de control ciudadano, o politológico, de los flujos financieros.
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