Lucas Haurie

La Feria según nos va

La mayoría desconoce las dificultades por las que atraviesa entre un mayo y el siguiente la asociación que organiza la Feria de Libro de Sevilla, donde la palabra recorte quedó desbordada hace años y sufre en su presupuesto verdaderas amputaciones. Pero, en lugar de organizar algaradas, sus abnegados trabajadores mejoran en cada edición la anterior con un permanente alarde de imaginación contable, una capacidad de sacrificio más allá del deber y un sentido de la huelga japonés, pues han respondido a las adversidades alargando el asunto hasta la docena de jornadas. Los beneficios de la lectura son infinitos y están lo suficientemente ponderados como para que nos detengamos en uno que quizás pase inadvertido: su baratura. ¿A cuánto sale el minuto de entretenimiento con un volumen de quinientas páginas que cuesta doce euros y puede ser usado por varias generaciones de lectores? Y siendo más concretos, ¿qué evento permite disfrutar gratis total con la palabra de intelectuales de primera fila? La sabiduría natural tan en boga del último Premio Cervantes, Caballero Bonald; la vitalidad optimista de Javier Sierra; el torrencial Mauricio Wiesenthal declamando un soneto de Rilke en alemán o cantando, arrebatado, en ruso... de todo eso y de mucho más hemos disfrutado estos días sin necesidad de meter la mano en el bolsillo. Si algún destino digno tiene el dinero del contribuyente, es fomentar estas actividades de las que algún alto representante político se ha ausentado (después de ser anunciada) por irse a Barcelona a ver un partido de fútbol.