Sociedad

La fritura y las coreografías

La Razón
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El verano da para un amplio tipo de frituras. Son cosas del sopor. No vale la pena alarmarse por recalenturas de tan particular origen y pelaje. Unos tejen bufandas de lana pura de oveja y otros leen las memorias de los impostores más célebres del siglo XVIII. La fritura, como el mercurio de los termómetros, suele dilatarse según suba la temperatura. Por eso resulta el tiempo de agosto tan propicio para la fritanga, el frito variado y la fritura máxima, que es el caso de la cachorrada pija de los grupos anticapitalistas de Barcelona. Allí, y en Mallorca, grupos de jóvenes con caras tapadas y bengalas en la mano, cuales hinchas violentos de estadios de fútbol, se introducen en autobuses turísticos, cruceros y restaurantes para alzar su voz y sus patas frente al turismo. Estas «coreografías» que representan la «lucha de clases», sostienen sus defensores, persiguen la disuasión y, naturalmente, la propaganda y la captación de futuros votos. Ay, la política. Ni en verano descansa. A cada tanto, incluso en agosto, no falta en la televisión la clásica cabeza parlante salmodiando en arameo sobre los asuntos más rabiosos. Y las frituras, sin sartén. Los turistas, a quienes en Andalucía apenas les han tirado un inocente huevazo, han disparado su número en los últimos años. El negocio se avecina pingüe mientras la gallina siga cloqueando. El consejero del ramo, Javier Fernández, alias el Amigo Personal, salió la otra tarde a ponderar el incremento de visitantes que llegan hasta aquí por la cultura. No será en verano. Con tanto museo cerrando a las tres, serán los turistas quienes armen coreografías estivales de protestas.