Francisco Marhuenda
La fuerza del Rey
Los primeros meses del reinado de Felipe VI muestran un balance excelente. La renuncia de Don Juan Carlos se confirma ahora como un enorme acierto al introducir aires nuevos a la Corona tras un reinado que fue uno de los más importantes y fructíferos de la historia de España. No hay que olvidar que Don Felipe ha tenido en sus padres un útil y eficaz referente acerca del papel que tiene que desarrollar un rey en el contexto de una monarquía constitucional. Sus especiales condiciones son fruto de varias décadas de preparación académica y la formación práctica con las responsabilidades que fue asumiendo por delegación de su padre ha sido un aprendizaje que le ha permitido asumir la Jefatura del Estado con una preparación que no tuvo ninguno de sus antepasados. Don Felipe y su esposa, Doña Letizia, están desarrollando una actividad incansable, tanto en España como en la proyección internacional de nuestro país, un papel clave en todos los terrenos y, por supuesto, fundamental en el desarrollo económico y la defensa de los intereses de nuestro sector exterior. La Corona es una figura arbitral e independiente de la vida política, algo que siempre es importante, pero ahora en mayor medida como consecuencia de la crisis económica que ha vivido España y el malestar generalizado que han provocado los escándalos de corrupción.
La Monarquía es muchas cosas, más de las que consagra nuestra Constitución, y representa un poder implícito que no necesita ser plasmado en un texto legal. Es una institución que hunde sus raíces en la historia de España y muestra una continuidad desde el fin de la Hispania Romana, con la excepción de las dos fracasadas experiencias republicanas y la dictadura del general Franco. No es una casualidad esa constante monárquica, como sucede en algunas de las grandes democracias del mundo. La fuerza de una institución es su capacidad de servir eficazmente a la sociedad y la Corona lo ha hecho, lo hace y lo seguirá haciendo. No es ni mejor ni peor que una república, sino que responde a una realidad histórica que ha permitido que la Monarquía se mantuviera con el apoyo generalizado de los españoles. Es lo mismo que sucede, por citar algunos ejemplos, en Reino Unido, Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica o Japón.
El paso del tiempo ha hecho que la Monarquía se adapte, al igual que la sociedad donde ejerce su labor, a una realidad cambiante. Con sus aciertos y sus errores, al igual que sucede en las repúblicas, ha sido capaz de concitar un apoyo mayoritario que explica su continuidad. La independencia frente al poder político permite que ejerza su labor sin intromisiones y dentro del estricto marco que establece la Constitución de 1978. Es algo que comprenden y aceptan muchos republicanos. No existe la posibilidad de confrontación entre la jefatura del Estado y la presidencia del Gobierno, como ha sucedido en otros países con bastante asiduidad. El Rey emerge como una figura representativa que recoge el sentimiento no partidista de la nación, porque no representa a ningún partido o grupo. Ésta es una fuerza decisiva, aunque siempre se tiene que ejercer con notable prudencia para no sobrepasar los límites constitucionales. Es cierto que en tiempos de crisis y zozobra siempre surgen voces, con la mejor de las intenciones, que quisieran un papel más activo, pero siempre existiría el riesgo de parecer que se asumen las posiciones de una parte. Don Felipe y Doña Letizia despiertan una gran simpatía en la población. La voluntad de transparencia, proximidad y ejemplaridad son claves en esta merecida popularidad. No tienen un papel fácil, porque no se trata sólo de hacer discursos y saludar cariñosamente a todos aquellos que se les acercan.
La crisis económica, aunque ahora estemos afortunadamente iniciando un ciclo de recuperación, ha sido muy dura y ha provocado un enorme dolor. A esto hay que añadir unos escándalos de corrupción que han provocado un gran e injusto descrédito de los políticos. La indigna y escandalosa actuación de unos pocos ha perjudicado gravemente al conjunto. En cierta forma, explica la irrupción de una formación populista como Podemos. A esto se une el desafío independentista. España se ha recuperado de crisis mucho más graves y lo ha hecho emergiendo con mayor fuerza y cohesión. La Corona tiene ahora un papel decisivo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar