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La Generalitat rompe el hielo: «Necesitamos cariño y pelas»

La Razón
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Las formas, gestos y palabras son ya muy diferentes, aunque los contenidos sigan siendo el escollo de la negociación. El deshielo entre Madrid y la Generalitat ha comenzado desde que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría asumiera la gestión territorial. Un asunto muy delicado en lo que a Cataluña se refiere, directamente encargado por Mariano Rajoy, en el que la número dos del Gobierno «se va a dejar la piel», según sus más cercanos colaboradores. El primer paso se escenificó el pasado jueves en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, el gran sanedrín que diseña el dinero de las comunidades autónomas y donde, por vez primera, acudieron dos personajes clave: la propia Soraya y el vicepresidente del Gobierno catalán, el republicano Oriol Junqueras. Un cálido saludo entre ambos, con beso incluido, copó todas las portadas ante la mirada de los consejeros autonómicos. Y algunos de ellos se lo escucharon decir al líder de Esquerra Republicana: «Esperamos impacientes tu carpeta catalana».

Así empieza una operación política de alto voltaje sobre este «cuaderno catalán» que Rajoy ha puesto en manos de su eficaz vicepresidenta y dos personas con experiencia: el nuevo delegado del Gobierno, Enric Milló, y el secretario de Estado de Administraciones Territoriales, Roberto Bermúdez de Castro. El primero es un político respetado en Cataluña, llegó al PP desde las filas de Unió Democrática y tiene un perfil dialogante con los nacionalistas, como se vio en su primera reunión con el presidente de La Generalitat, Carles Puigdemont. Dos largas horas de conversación en el Palau, algo inédito hasta ahora, en las que se constató «una nueva etapa», según el entorno de ambos dirigentes. Un encuentro protocolario, pero con la firme voluntad de las dos administraciones de recuperar el diálogo con normalidad y rebajar la tensión institucional. «Hay que huir del frentismo, es una manera muy positiva de empezar», asegura Milló, quien se erige como la voz y las manos del Gobierno de Rajoy en Cataluña.

Roberto Bermúdez de Castro es un joven político aragonés buen conocedor de Cataluña. Nació en Huesca pero estudió en Barcelona, dónde se licenció en Económicas y Administración de Empresas. Gran experto en fiscalidad, fue consejero de Presidencia en el Gobierno de Luisa Fernanda Rudí y portavoz del PP en las Cortes de Aragón. Ha sido escogido personalmente por Soraya Sáenz de Santamaría como su número dos en Administración Territorial, una cartera de nuevo cuño dependiente directamente de Moncloa. Los tres pivotarán esta «carpeta catalana», cuyo principal escollo sigue siendo el referéndum soberanista. No obstante, en La Generalitat han causado muy buen efecto las palabras de la vicepresidenta del Gobierno en su reciente comparecencia en el Congreso y su disposición a dialogar sobre 45 de las 46 reivindicaciones que Puigdemont entregó a Mariano Rajoy durante su último encuentro en Madrid.

En Moncloa y en la Generalitat trabajan ahora en las entrevistas que mantendrán próximamente los dos vicepresidentes, Soraya y Junqueras, y los presidentes Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. Este último llamó personalmente a Rajoy para felicitarle por su investidura y el trato entre ambos dista mucho de la gélida tirantez que existía con su antecesor, Artur Mas. En cuanto a Sáenz de Santamaría y el líder de ERC, la sintonía es también muy buena. Fuentes de ERC valoran el perfil de la vicepresidenta y el hecho de que se la haya designado para este cometido. Un dirigente de Esquerra lo define así: «No queremos los tanques en la Diagonal, sino una política tanque que nos entienda». Una clara gráfica de que las cosas pueden empezar a cambiar. Fuentes de los dos equipos coinciden en que hay muchos temas para avanzar, si bien el grano sigue siendo la consulta soberanista, que Puigdemont se ha comprometido con la CUP a convocar en septiembre del año próximo. Aun así, «queda recorrido y partido», confiesan en La Generalitat.

Según ha sabido este periódico, los ejes claves de la negociación serán la nueva financiación, la mejora de las infraestructuras y la ausencia de litigios judiciales. «Mejor hablar que el Tribunal Constitucional», dicen fuentes del Gobierno catalán. Es también la firme voluntad del equipo de Soraya Sáenz de Santamaría. «Se trata de tender puentes con lealtad y sinceridad», asegura Enric Milló, siempre dentro del marco constitucional. En este sentido, y ante una posible reforma de la Carta Magna –que la mayoría de grupos parlamentarios reclamaron a la vicepresidenta en su comparecencia en el Congreso–, el Gobierno se manifiesta con exquisita prudencia. Así lo expresó la propia Sáenz de Santamaría al destacar las discrepancias de los propios nacionalistas catalanes y vascos, junto a la exigencia del PSOE de una reforma federal que resuelva el encaje de Cataluña en España. Cualquier paso al respecto exige un consenso ahora difícil de lograr.

El espinoso asunto del referéndum es la línea roja a batir, si bien algunos sectores moderados de Convergència apuntan a «disfrazarlo» bajo unas elecciones plebiscitarias en Cataluña el año próximo. Dentro de este partido surge la complicación del candidato, dado que Artur Mas no admite pasar a la papelera de la historia. El ex presidente se ha convertido en un incordio para Puigdemont y sus planes son también observados con lupa por Oriol Junqueras, socio de gobierno, vicepresidente de la Generalitat y auténtico interlocutor con Madrid, como se vio en el último Consejo de Política Fiscal. El tema de la financiación es básico para Cataluña, cuyas cuentas están quebradas. En este asunto, emerge también la figura del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, cercano a la vicepresidenta y con quien despacha el asunto de los dineros autonómicos.

En este escenario, el Govern reclama públicamente «hechos prácticos» para creerse de verdad el diálogo, pero admite un nuevo tono en la relación bilateral. De momento, Carles Puigdemont mantiene su negativa a acudir a la Conferencia de Presidentes Autonómicos, en aras de esa bilateralidad con el Gobierno de Madrid. No obstante, tanto en Moncloa como en la Generalitat reconocen este cambio y un camino por recorrer. Para Enric Milló no es momento de reproches, sino de ofrecer soluciones. «Nada ganamos con echarnos las culpas, hay que mirar hacia adelante», afirma el nuevo Delegado del Gobierno, quien desde su toma de posesión ha tenido una frenética agenda con políticos, empresarios y medios informativos catalanes. Algunos de ellos ya no ven el panorama tan irreductible como antes, al tiempo que avanzan con claridad meridiana los primeros pasos y las exigencias de La Generalitat: «Necesitamos cariño y pelas». O sea, diálogo y dinero. Muy a la catalana.