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La gestora

La Razón
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Para solucionar un problema, en ocasiones hay que meterse en la piel del otro, pero quién quiere estar en el pellejo de un griego. Varufakis se apuesta un brazo a que sea cual fuere el resultado del referéndum, Europa no dejará en la estacada a sus once millones de compatriotas. Mientras tanto, los cajeros automáticos sacan la lengua y se agotan los productos básicos en medio de negociaciones interminables, como si las partes, bandos enfrentados que evitan arañarse, fueran impermeables al sufrimiento de la buena gente que antes soñaba con el coche y ahora con la comida. Griegos atormentados en manos de un destino que no manejan, tampoco sus líderes. Elegir entre Tsipras y Merkel, entre Syriza y Europa, la gestora, es la opción. No hay otra. Miles de escalones debajo de ese plano cenital, la prosaica actualidad del deporte español nos aleja del lugar de esos hechos que nos han rozado y de los que, probablemente, aún no hemos sido del todo liberados. La amenaza es latente por muy cerca que uno duerma del fabuloso colchón alemán, que no alardea ni cuando arrasa. Pasa Mercedes el rodillo por la Fórmula 1 y a Fernando Alonso, metido en un laberinto de chiste, se le ocurre decir que a quien no le guste que apague la tele. Al menos, es realista: espera tiempos peores. ¿Y Nadal? Es tanto lo que nos ha dado que seguirle en silencio, en estas horas de tribulación y tras perder 17 partidos en un año, es lo menos que se puede hacer por él, hasta que remonte y despeje las dudas. Todo llega. Es lo que Luis Enrique espera, que llegue Arda al Barcelona. La gestora, en este caso azulgrana, se lo piensa. Es la urgencia del mercado, en las antípodas de la urgencia griega.