Michael Rubin

La gran traición del general

La gran traición del general
La gran traición del generallarazon

El general David Petraeus es un héroe de guerra y un caballero muy inteligente. Teniendo en cuenta su trayectoria, la tormenta que le rodea debe de parecer aberrante a los de fuera de Estados Unidos, que pueden considerar la caída en desgracia de Petraeus como la peor manifestación del puritanismo de América. Sin embargo, en esta historia hay más miga de lo que salta a la vista. En círculos militares, el adulterio no representa únicamente la traición a la esposa, sino también la traición al equipo. La conducta y las actividades de las mujeres de los militares de alta graduación tienen impacto sobre las carreras profesionales. Mientras el general se concentra en el despliegue de efectivos destacados en el extranjero, es su esposa la que se centra en las familias de aquéllos que están a las órdenes de él. Si ella falta a sus deberes, la carrera de él se resiente. Hablando en plata, Petraeus no habría podido nunca llegar a la cima de no haber sido por la ardua labor de Holly Petraeus. El adulterio de él traiciona a una compañera de equipo, no solamente a una esposa. La mayoría de los elogios que rodean a Petraeus giran en torno a su labor en Irak. En esto la historia también tiene su miga. Entre 2003 y 2004, Petraeus fue el mando militar de la 101 Aerotransportada, destacada en Mosul. En lugar de combatir a los insurgentes, buscó la forma de trabajar con ellos colocando a personajes baazistas de elevado perfil en puestos sensibles y dialogando con los islamistas. Logró cierta tranquilidad, pero solamente el tiempo en que fluyó el dinero. En cuanto se marchó y los fondos se agotaron, los caballeros a los que él puso en el poder se volvieron contra las fuerzas norteamericanas. Mientras que los ayudantes reconocen su error, Petraeus sobrevivió a la debacle a base de culpar a sus sucesores. Esto suscitó las protestas del estamento militar, pero Petraeus se había trabajado a la Prensa y salió indemne. Durante la insurgencia que se produjo después, Siria se convirtió en la autopista de Al Qaeda con las bendiciones de Bachar al Asad. Aunque la Casa Blanca pretendía aislar a Asad, Petraeus presionó para viajar a Damasco. Estaba convencido de poder convencer a Asad él solo; no se dio cuenta del premio que su visita representaba para el líder sirio, que luchaba contra el ostracismo. Una acción así manifiesta un ego pocas veces visto en círculos políticos. Puede que Petraeus se redimiera con el incremento de Irak, pero de nuevo en esto su ego y su ausencia de respeto hacia su equipo se acaban imponiendo. Petraeus no estaba solo a la hora de preparar e implantar su estrategia. El motivo de que su nombre sea conocido entre la opinión pública -en lugar del jefe del Estado Mayor Ray Odierno o el del general Peter Chiarelli- es que Petraeus dedicó a trabajarse a la prensa el mismo tiempo que dedicaba a combatir a los enemigos. Bengasi es distinto. El atentado terrorista fue trágico, pero el escándalo es el encubrimiento del atentado. Petraeus dijo que, al parecer, figuras del gabinete de la Casa Blanca habían revisado sus explicaciones. Deja sin embargo de ser el general de Teflón. De haber dimitido entonces como protesta por la politización del estamento de la Inteligencia, se podría haber marchado con honor. Que durante un tiempo se permitiera ser la herramienta de políticos corruptos constituye quizá el peor cargo que se puede presentar en su contra.