Alfonso Merlos
La guinda del pastel
Lo veía cualquiera. Cualquiera que confiase en que la juez Alaya no iba a cambiar la valentía, la diligencia y la proactividad por la cobardía, el retraimiento y la dejadez. No estamos ante lo más de lo más en el escándalo de los ERE falsos porque, en buena lid, tanto Chaves como Griñán, y no digamos Zarrías, deberían estar cantando «La Traviata». Pero, como se subraya en el auto, éste es con todas las de la ley un salto cualitativo.
Una década partiendo el bacalao en la Junta de Andalucía, un lustro manejando mastodónticos presupuestos con Zapatero, Magdalena Álvarez tendrá que probar algo nada fácil: que lo suyo eran chapuzas, irregularidades, meteduras de pata, locuras y no –por acción u omisión– delitos. Y la Justicia deberá poner de relieve ante el conjunto de los ciudadanos que lo del PSOE y los sindicatos al sur de España era una maquinaria perfectamente engrasada para que los más listos –léase golfos– se lo llevasen calentito sin dar un palo al agua.
Ahora se entiende todo. España no se fue al garete en siete años y medio de desgobierno de casualidad. Los tataranietos de Pablo Iglesias nos metieron en el hoyo porque eligieron, para el desempeño de las más altas responsabilidades, a personajes como la conocida cariñosamente como «Maleni».
Pero hay una regla con sus excepciones que dice que los errores se pagan. Así que mientras los ciudadanos luchamos cada día como gato panza arriba para sacudirnos la lacra del paro masivo, es gratificante y esperanzador certificar que a los causantes de tanto destrozo público y de tanto estrago colectivo se les puede hacer pagar. Aunque la factura sea barata. Aunque algunos se hayan forrado lo suficiente en poco tiempo como para poder pagarla. Ministra Álvarez, es su turno.
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