Gobierno de España

La hora de Génova-13

La Razón
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Prácticamente desde el mismo instante del pasado jueves en el que la página web de Moncloa colgaba la lista del nuevo Gobierno –ahorrando ceremoniosas comparecencias de otros tiempos cuadernos azules en mano en el salón de tapices de la sede de presidencia– dos preguntas acaparaban, «alineación» en mano, la curiosidad de los periodistas que permanecíamos esa tarde-noche volcados en la interpretación del primer Ejecutivo ya no en funciones diez meses después. Una: si entre el elenco de funciones clave que ostentará la vicepresidenta Sáenz de Santamaría seguía incluyéndose el control sobre el CNI y la otra: si De Cospedal, elegida para la cartera de defensa, compaginaría el Ministerio con la Secretaría General del partido. No fueron necesarias –se lo puedo asegurar– demasiadas llamadas a ambos entornos para tener en los dos casos una respuesta afirmativa, mucho más recalcada si cabe en la referida al control sobre el aparato de Génova-13 que es la que podía suscitar más dudas.

Dolores de Cospedal lleva casi nueve años al frente de ese control del partido compaginado además puntualmente con la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha y, aunque probablemente a día de hoy sólo Mariano, Rajoy y Brey saben si continuará ostentándolo tras el congreso nacional que se celebrará dentro de tres meses, parece más que incuestionable y nada menor el hecho de que será la actual secretaria general quien centralice, supervise y coordine con los presidentes regionales y provinciales la preparación de un cónclave que de manera inevitable va a estar marcado en gran parte por la búsqueda de óptimas posiciones de salida ante la llegada tarde o temprano del debate sucesorio.

Quedando sentados precedentes que ya compaginaron primeras responsabilidades en gobierno y partido como Álvarez-Cascos y Arenas en carteras muy políticas, no es menor la diferencia con un negociado que más allá del «capitán mande firmes» puede requerir de mayor distancia con un debate político que promete alto voltaje. Esa es la única variante que pondría tierra de por medio entre el «mando sobre generales» y el «mando general».

Solventado pues el gran asunto pendiente de brindarnos por fin un Gobierno tras cuarenta y cinco semanas de provisionalidad, la hora del partido ahora sí parece llegar con punto de referencia en ese congreso de inicios de año que será más que indicativo a la hora de marcar el pedigrí de unos y de otros a futuro, pero con el que se equivocaría rotundamente quien espere una señal de Rajoy en clave sucesoria. Es demasiado evidente aún la experiencia de Aznar abriendo un melón sucesorio y consiguiente inicio de hostilidades intestinas que le acompañó durante todo su segundo mandato. La intención del actual presidente –excluida la hipótesis de un adelanto electoral a la vuelta de meses derivada de un bloqueo para gobernar que sí le llevaría muy probablemente a repetir como candidato– sería ceder el testigo tras redondear una faena notable en la legislatura y para ello es esencial, una vez confeccionado el «Gobierno de autor», un partido sostenido en sólida clave de bóveda.