Alfonso Merlos

La huella del delito

La huella del delito
La huella del delitolarazon

Podríamos pensar ligera e ingenuamente que hemos puesto a un puñado de agentes a la caza del chanchullo, del lío, de la picaresca. No es así. Estamos ante pura dinamita. El material que el Grupo de Delitos Económicos de la Guardia Civil está poniendo incesante y episódicamente en manos de Mercedes Alaya es, con mayúsculas, el catálogo de los delitos. Demoledor por la acumulación y la síntesis de pruebas, brutal por los excesos cuasi-criminales que compila y deja al desnudo.

Es verdad que estamos ante la persecución de unos chorizos que han mangoneado moviendo de aquí para allá pasta gansa con métodos artesanales. Es cierto que como ladrones de poca monta no han tomado las más elementales precauciones para el latrocinio. El camino que han recorrido en sus fechorías, en efecto, lo han dejado plagado de pistas con una torpeza descomunal. Pero la trama es tan vasta, la telaraña es tan densa que la desarticulación de esta tropa de Ali Babás no se entiende sin el trabajo callado, implacable y eficacísimo de la UCO de la Benemérita. Así funciona el Estado de Derecho cuando está a lo que hay que estar.

Y la velocidad que se está imprimiendo a la instrucción de este histórico y tristísimo caso, que deja manchada de barro hasta las cejas a la «famiglia» socialista y sindicalista, hay que leerla desde esa colaboración magnífica entre las fuerzas del orden y los tribunales. Estamos en la hora de la verdad por dos razones. La primera: porque hemos de conocer si la X de los ERE asciende en el terreno de las responsabilidades penales para tocar a Griñán. La segunda: porque esas unidades de elite que persiguen a los más peligrosos golfos deben pulir al máximo la presentación de las atrocidades que han perpetrado para que ninguno quede impune. No puede haber paz para los malvados. Para ni uno solo de ellos.