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La igualdad podemita

La Razón
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Uno de los indicadores principales que utilizan los economistas para medir el grado de bienestar y desarrollo de una sociedad es el PIB. Cuando crece se correlaciona normalmente con una distribución más equitativa de la riqueza. Por eso, si existe un punto de confluencia y consenso entre las distintas ideologías es que la economía tiene que crecer, porque sin crecimiento no hay desarrollo posible.

Las divergencias vienen a la hora de qué hacer con el incremento de renta, es decir, si el Estado debe intervenir en su distribución o la libertad económica es capaz, por sí sola, de conseguir mayores niveles de equidad. Las posiciones conservadoras defienden la libertad de los agentes económicos y los socialdemócratas exigen la corrección de los fallos del mercado.

La última encuesta de Condiciones de Vida publicada por el Instituto Nacional de Estadística arroja datos preocupantes. El crecimiento del PIB en el 2015, más de 3%, no se ha traducido en una mejora del bienestar social. El esfuerzo en la crisis lo hicimos todos, pero la tarta se la están quedando unos pocos.

Las consecuencias han sido devastadoras: la tasa de paro ha pasado de poco más del 8% en el año 2007 al 21% en el primer trimestre del 2016 y ha crecido la desigualdad. El índice de Gini, uno de los indicadores más utilizados para medirla, ha crecido desde el 32% al principio de la crisis, hasta casi el 35%.

Estos datos se traducen en la vida diaria de millones de personas: 13 millones de españoles están en riesgo de exclusión social y el poder adquisitivo de las familias se ha reducido año tras año hasta situarse los ingresos medios anuales netos por hogar en su valor más bajo desde 2008.

Sin embargo, hay más millonarios en España, se ha duplicado el número de personas que declaran un patrimonio de más de 30 millones de euros.

Algo falla en un sistema en el que el crecimiento económico no produce equidad y la corrección de los fallos necesita medidas. Es precisamente de esto de lo que deberían hablar los partidos políticos en su campaña electoral.

Los españoles están un poco hartos de fotos, mensajes de cartón piedra, candidatos descamisados simulando ser campechanos besando jubilados y niños en las calles. Cansados de fotos de sus maravillosas familias, que un poco de lo rosa gusta, pero lo mucho cansa.

Y es que la diferencia fundamental entre las distintas opciones radica en como quieren que se reparta la riqueza. Los socialdemócratas nunca han confundido equidad con igualdad, nunca han defendido una sociedad uniforme en la que todos tengan lo mismo, intentan construir una sociedad que no se enquiste y que no se pudra a golpes de desigualdad.

En ese sentido el socialismo democrático es liberal igualitario, quiere mejorar las condiciones de los de abajo, el famoso maximin de John Rawls, hacer subir peldaños a los que peor están para reducir la brecha con las élites. Los comunistas siempre han querido otra cosa, han querido reducir las desigualdades bajando a los de arriba de peldaño sucesivamente hasta encontrarse con los de abajo.

En esto radica una de las diferencias insalvables del PSOE con Podemos. Su confusión entre equidad e igualdad que tiene como resultado una sociedad injusta. Hay otras cosas, como su afinidad al independentismo o su desprecio por la democracia representativa, pero la otra es la que afecta al mantel de los ciudadanos.

El PSOE debería ser claro en esta idea, porque la ambigüedad sobre alianzas, la imagen de búsqueda de gobierno por encima de todo, dando igual con quien, genera desconfianza, rechazo y desconcierto.

Por otra parte, Ciudadanos está mostrando oquedad, un botón de muestra es su nuevo spot de campaña, que reúne todos los tópicos de la «vieja política», incluido el ataque casi personal al adversario. A esto se suma su falta de ambición para ganar, parece que su único objetivo es ser “bisagrita” en la nueva configuración parlamentaria, eso le convierte en un partido instrumental de sus dirigentes que se han profesionalizado demasiado rápido en la política.

Más allá de las previsiones de voto, que nunca aciertan, los últimos sondeos atribuyen al PSOE la responsabilidad negativa de la nueva convocatoria de elecciones. Algo habrá hecho mal alguien para que la conclusión de los ciudadanos sea esa después de todos los esfuerzos para dar estabilidad a España. No es momento para más errores.