Cristina López Schlichting
La incógnita
Hablé con Jorge Trías hace quince días por teléfono. «Te consta que se pagasen sobresueldos en negro?» le pregunté. No me contestó, dijo que lo escrito, escrito estaba en «El País», donde puso: «Por lo que yo pude saber, sí se entregaban sobres con dinero en efectivo que servían de complemento de sueldo a algunos dirigentes». No conozco apenas a Trías, pero me caía bien y como nos cruzábamos en Cope, hablamos incluso de una posible expedición común a Mongolia, así que no entendía por qué estaba tan frío ni mantenía un tono de voz tan opaco. A este hombre, me dije, le pasa algo. Ahora es el único que sostiene que los papeles de «El País» son verdaderos. Ni Luis Bárcenas lo admite ¿Tiene que ver el abogado y amigo de Garzón con la llegada de las famosas anotaciones de caja a «El País»? No lo sé, pero el que lo haya hecho ha provocado que la credibilidad de la democracia española esté resentida en las bolsas, los ciudadanos desolados con respecto al partido que les gobierna y Bárcenas, un tipo impresentable con 22 millones en Suiza sin declarar, haya quedado como un campeón al salir en defensa del mismo partido al que ha metido en un lío. Como el lector de LA RAZÓN es sagaz, ahí les dejo la única explicación a los extraños movimientos de Jorge Trías, en un artículo que publicó en «El País» el 17 de enero de 2012 es decir, hace un año. El autor describe la envidia que sintió hacia Luis Bárcenas y el resentimiento que acumula hacia el Partido Popular: «El día que este diario desveló que un conspicuo líder popular había cobrado minutas por varias decenas de miles de euros para auto defenderse, me escandalicé, hasta el punto que decidí pasar una minuta, por menor cantidad por supuesto, ya que llevaba más de un año trabajando por amor al arte, ayudando a mis compañeros de partido. Evidentemente no me pagaron nada y me dijeron que a mí nadie me había contratado (...). Rajoy ganó hace unos meses por mayoría absoluta las elecciones y el ex tesorero ha podido demostrar su absoluta inocencia(...).¿Es esto la justicia que tan hermosamente se describe en el Título VI de la Constitución? Si no fuera porque no tengo otro medio de vida que mi profesión, en la que ahorré poco y di mucho, mañana mismo colgaba la toga». El dolor que supuran estas líneas apunta a una herida de incalculables consecuencias.
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