Enrique López

La inmigración requiere un pacto

La Razón
La RazónLa Razón

El escenario político que se abre, como ya se ha dicho hasta la saciedad, debe ser propicio para la consecución de pactos y acuerdos entre las fuerzas políticas ante grandes retos como los que afrontamos. Uno de ellos es el problema de la inmigración, un tema que está dando oportunidad a populistas para hacer un caldo de cultivo que provoca una desagradable demagogia. En España ya sabemos que la política de puertas abiertas no es la solución, ya hemos padecido una desgraciada y desafortunada política al respecto. España es un país que sabe mucho de emigración y de inmigración, y es un buen ejemplo. En estos momentos España no es un país de emigración, por mucho que se pretenda decir; pero lo fue, y lo fue en una época en la que éramos un país muy pobre, sin un futuro cierto, obligando a miles de españoles a emigrar a Europa y América en busca de oportunidades, pero esto se acabó gracias a que España es un país próspero y ofrece oportunidades. Un pacto de Estado de inmigración debe garantizar el debido consenso entre las fuerzas políticas españolas y sería una buena base para poder tener un papel importante en el diseño de la estrategia común de la UE. Lo primero que se debe tener claro es que se debe garantizar la seguridad e inviolabilidad de nuestras fronteras, por nuestra seguridad y por la de la Unión Europea, eso sí, dentro de los límites de la proporcionalidad y el respeto a los derechos humanos, y la devolución en caliente no afecta a ninguno de ellos. Una vez el inmigrante está en España debemos exigir que asuman como propios nuestros valores democráticos, lo cual no es incompatible con el respeto a sus creencias, siempre que estas no contraen el orden público. En España ya se garantiza de forma debida una política de educación que promueve la integración en las aulas, pero en breve nos enfrentaremos a la segundas y terceras generaciones, causantes de estallidos sociales como los que se han producido en países de nuestro entorno, y debemos aprender de los errores de Francia, promoviendo la integración de estos jóvenes en nuestra sociedad, exigiéndoles por su parte la asimilación de nuestros valores no creando guetos. Debemos combatir las ideas generadoras de odio con datos objetivos sobre la auténtica realidad de la inmigración, y no generando una falsa solidaridad criticando la existencia de los CIE, y solo se debe conceder asilo a aquel que merezca esa condición, y no de forma generalizada, incluso en casos como el de Siria. Pero no debemos engañarnos, una inmigración ordenada es necesaria pero no suficiente, es necesario crear auténticas políticas de ayuda al desarrollo de los países de origen. El hambre, la desesperación y sobre todo la edad de supervivencia de estos países son los principales motivos de los movimientos de población; se trata de países donde los estados son fallidos, países que, con un mínimo de desarrollo y seguridad, evitarían los flujos migratorios. A esto hay que dedicarse, y no a desplegar falsas banderas de solidaridad; se debe afrontar el problema con seriedad y responsabilidad.