Francisco Marhuenda

La integridad de un ministro

La Razón
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El espectáculo que se vivió ayer en el Congreso de los Diputados demuestra que hay una oposición que está dispuesta a cualquier cosa en su obsesiva búsqueda de un rédito electoral. La verdad es irrelevante y la memoria inexistente, porque estamos inmersos en una larga y tediosa campaña electoral que comenzó hace muchos meses. El ministro del Interior es una persona de firmes convicciones, una trayectoria ética intachable y una profunda coherencia que le permite llevar sus responsabilidades con la cabeza muy alta. Los dos somos catalanes y hace más de treinta años que le conozco. Nunca le ha temblado la mano a la hora de reconocer sus errores, pero no se puede pedir que ahora reconozca las mentiras o disparates de la oposición. No voy a perder un segundo en defender su integridad, porque su vida es un libro abierto y ha sido y es un servidor público con una vocación que se remonta a su juventud.

Es difícil encontrar un político con una vocación tan intensa y una trayectoria tan completa como amplia en la administración y la política. Desde que superó con éxito la oposición de inspector de trabajo hasta su actual responsabilidad ministerial, Ha sido sobre todo un servidor público que ha gestionado con acierto las responsabilidades que ha asumido durante más de cuarenta años. Por lo general han sido difíciles, tanto en el Gobierno como en el partido. Es una persona que se crece en la adversidad, tiene la tenacidad del opositor y la minuciosidad exasperante de un buen ingeniero.

Estas características, al margen de las ideologías políticas, hacen que sea indignante la campaña disparatada y desproporcionada desatada por la oposición y la izquierda mediática por intereses estrictamente partidistas. En muchas ocasiones se le ha criticado por sus firmes convicciones religiosas, que le dotan de una profunda humanidad y sensibilidad ante el dolor ajeno, aunque explican que existan líneas rojas que jamás rebasaría.

No hay duda de que Jorge Fernández, como todos nosotros, comete errores, pero en este caso actuó con responsabilidad, coherencia e integridad. No diría lo mismo si hubiera optado por la cobardía moral o el oportunismo político no atendiendo la llamada de Rodrigo Rato, que no está condenado por ningún delito. Es sorprendente escuchar a diputados que estudiaron Derecho decir auténticos disparates. En el caso del PSOE, presentando una demanda delirante digna de entrar en los anales de los despropósitos jurídicos y políticos, es la expresión de una desfachatez sin límites. Una vez más sus dirigentes tienen una memoria tan selectiva como sectaria.

Nunca nadie en más de cuarenta años de servicio público ha podido decir que Fernández Díaz hiciera algo incorrecto o éticamente reprobable. Otra cosa es que acertara o se equivocara. La oposición sabe que ha sobreactuado en esta cuestión. Ni este ministro ni este Gobierno han favorecido ilícitamente a nadie. No se ha negociado con delincuentes, terroristas o imputados. Nunca. Es algo que conoce la oposición, porque en caso contrario lo hubiéramos sabido.