Política
La luna y el cáncer
La historia de la medicina es la de su lucha contra las enfermedades que más peligro entrañaban al ser humano. Primero, dedicó todos sus esfuerzos a combatir las epidemias infectocontagiosas. Hasta el siglo XX las causas de mortalidad estaban relacionadas con la tuberculosis, gripes o las diarreas en los niños. Una vez se consiguió combatir eficazmente estas enfermedades, los nuevos objetivos científicos serían aumentar la esperanza de vida y hacer frente a las enfermedades que, no siendo transmisibles, constituían las nuevas causas de muerte.
Los cuatro tipos principales de enfermedades no transmisibles son las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, las enfermedades respiratorias crónicas y la diabetes. Entre ellas, el tratamiento del cáncer sigue siendo una moneda que tiene la cara de la esperanza y el reverso de la angustia.
Se prevé que el número de nuevos casos de la enfermedad aumente aproximadamente en un 70 por ciento en los próximos 20 años. Más de la mitad de los nuevos casos anuales totales del mundo se producen en África, Asia, América Central y Surxamérica. Estas regiones representan tres cuartas partes de las muertes por cáncer en el mundo. El cáncer nos toca de cerca a todos y mucho más va a afectar en el futuro a nuestros entornos cercanos o a nosotros mismos. El informe «El cáncer en España 2016», elaborado por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), prevé que una de cada tres personas tendrá algún tipo de cáncer a lo largo de su vida.
Ante esta realidad, el reto de los gobiernos está claro. Sin embargo, cuando la política deambula por los pasillos de la mediocridad y el cortoplacismo, impide separar lo urgente de lo importante, y se producen lo que llaman los economistas, costes de oportunidad. Estos son inaceptables en términos de vida y salud en una sociedad desarrollada.
Una iniciativa histórica es la que ha emprendido Obama con su plan de lucha contra el cáncer. Está a punto de agotar el periodo máximo posible para un Presidente en Estados Unidos, no se presenta a la reelección y, por tanto, no son los intereses electorales lo que ha llevado a Obama a movilizar para la investigación en la curación del cáncer tantos recursos como destinó John F. Kennedy para que un estadounidense pusiera un pie en la luna. El resultado será duplicar el ritmo al que avanza la investigación médica, haciendo en cinco años los avances para los que antes hacía falta una década. Las claves son aunar el trabajo de la Administración, la industria privada, científicos, médicos, e investigadores.
Una fuerte inversión y mayor coordinación entre las distintas líneas de trabajo y por supuesto, resultados. Se crearán bases de datos que incorporarán el conocimiento común de los diferentes laboratorios farmacéuticos y universitarios, también los experimentos que dejan en vía muerta la utilización de nuevas moléculas.
Esto significa que los intereses generales se sitúan por encima de los intereses económicos de la industria privada. Obama ha entendido que si no se regula el mercado de la investigación contra el cáncer, se retrasa décadas la curación de millones de personas y que el mercado tiene también límites de carácter ético. El líder demócrata también ha entendido que el avance de la humanidad no tiene fronteras, de manera que los avances que se consigan con su plan terminarán redundando en la mejora de los tratamientos en todo el mundo, aunque el origen sea EE UU. La globalización del conocimiento debe llevar de la mano la globalización de los procesos de investigación y de aplicación del mismo.
La política ha traído a España durante la democracia uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, un sistema educativo que acabó con las tasas de analfabetismo y arroja un elevado número de titulados.
Cuando emigran los jóvenes ingenieros a Alemania o nuestros enfermeros a Londres, no demuestra un fallo de la democracia, sino del mercado, que por sí sólo no funciona. No es justo desprestigiar la política, como se hace habitualmente, pero si la política no es capaz de elevar el nivel, caerá en su pasivo el coste de oportunidad.
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