Julián Redondo

La luz

La Razón
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Así, como por ensalmo, los cielos se abrieron y la luz se hizo sobre el tenis español. Garbiñe reescribe la historia de las chicas y entra en semifinales de Wimbledon, dieciocho años después de Arantxa, y los chicos admiten a Conchita Martínez como a uno de los suyos, por su historial, no por si tiene o no tiene que entrar en los vestuarios, y porque ya está bien de gilipolleces. Martínez, ahora doble capitana –de la Copa Federación y de la Davis–, parece que ha traído la paz que Fernando Fernández-Ladreda, presidente heredero y expedientado el 22 de mayo por el TAD, ha procurado. De José Luis Escañuela, ni «flowers». No coge el teléfono, y Gala León, la víctima de este insólito berenjenal, no se pone. Quién sabe si después de la tempestad cada actor de la tragicomedia de esta tierra abatida tiene lo que se merece. El salto de calidad que se ha dado para derrotar a unos rusos que no entrarían en cuartos de El Espinar –Mariano Ruiz dixit– ha sido tan sorprendente que Ferrer, aquejado de una tendinopatía en el brazo derecho se ha apuntado al bombardeo. Conchita le ha convencido y el número uno de Gala, Daniel Gimeno-Traver, ha caído a la suplencia. También por delante de él, otro recuperado para la causa, Pablo Andújar. Y Feliciano no, porque se casa. Además, vuelve Xavi Segura, el encordador. Sólo ha faltado el sí de Rafa Nadal. La capitana lo intentó, pero el mejor deportista español de todos los tiempos no está para ruidos. Tras perder en Wimbledon con el rastafari Dustin Brown, se encuentra en pleno «reseteo» a causa de una crisis de identidad, que no física.