Rosetta Forner

La magia del perdón

La Razón
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«Que bien nos vendría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a pedir perdón». Son palabras que el Papa Francisco ha pronunciado en México. El perdón no es algo reservado exclusivamente a los cristianos. El perdón es un «reconstituyente para el alma», un limpiador de las cañerías emocionales que despeja negruras espirituales y deja el corazón en paz. Muchas de las parejas que se separan lo hacen por no haberse sabido perdonar a sí mismos. Dado que tenemos con los demás la relación que tenemos con nosotros mismos, ¿cómo vamos a ser tolerantes con el prójimo si con nosotros somos «verdugos»? Imposible. De lo individual a lo colectivo, y viceversa. El egoísmo y la ceguera nos hacen miserables espiritualmente hablando. Ello explica la voracidad con la que nos conducimos, el orgullo y el egoísmo con el que nos relacionamos con nuestro semejante. Consecuentemente, el débil y el diferente no tienen cabida. Vivimos en el presente ignorando el mañana, como si éste no fuese con nosotros. Asolamos la Tierra, empujamos a las tribus indígenas hacia el precipicio porque conviene a nuestros intereses. Sustituyamos «tribus» por pareja, familia, socios, amigos, vecinos, colegas, hijos, padres y observaremos que, el cohesionador más habitual es el egoísmo ciego. Por eso el Papa exhorta la práctica del perdón. Perdonar es concedernos el don de la libertad. Perdonar nos libera de odios –yo lo llamo «tener gente en la cabeza de uno sin pagar alquiler»–. Perdonar nos acerca al prójimo al sentirnos igual de humanos. La humanidad está muy enfadada consigo misma. A menudo, sacamos el dedo acusador señalando al otro como responsable de nuestros desaguisados. La falta de perdón fomenta odio, rencor, envidia... No hay sistema inmunológico que lo resista. En cambio, el perdón sana. Es bien sabido que personas enfermas logran sanar cuando aprenden a perdonarse y se atreven ser lo mejor que les ha pasado. A todos nos vendría muy bien ocuparnos de nuestro corazón proverbial. La mejor medicina del mundo es el amor, y se sirve en copa de perdón.