Martín Prieto

La mala educación

El PSOE siempre ha estimado que la Educación es de su exclusividad, una especie de monopolio político con más adoctrinamiento que enseñanza. En democracia, la Educación ha sido siempre reglada por los socialistas, desde Maragall hasta Pérez Rubalcaba, y la Logse ha sido el rodrigón de un alumnado maleado. Ese lema publicitario de que por primera vez contamos con las promociones de estudiantes mejor preparados de nuestra Historia es una infantil baladronada para ocultar que universitarios de Humanidades regresan de sus facultades sin capacidad para comprender textos.

Leer sin entender es una característica del analfabetismo funcional. El proyecto educativo del PP tendrá que rodar, y acabará rodando porque el PSOE derogará la Lonce cuando regrese al poder. Un diseño educativo exige un acuerdo nacional entre los dos grandes partidos, y ese pacto hoy es imposible porque prima la ideologización sobre las ecuaciones de tercer grado o la gramática. El informe Pisa cada año nos degrada, pero ni hemos perdido cociente intelectual ni estamos aplicando pedagogías obsoletas: hemos hundido el Bachillerato y aquel examen de Estado de los que tenemos memoria. Quizá fuera hasta cursi que nos enseñaran a pelar una naranja sobre el plato con cuchillo y tenedor, que a una dama (jamás a una señorita) sólo se le besa la mano bajo techado, o a levantarnos y saludar cuando entraba el profesor, siempre respetado. Más útil era que nos obligaran a dar una conferencia a los 14 años, nos incitaran a penetrar en Cervantes y nos exigieran saber por qué vuelan los aviones, según la teoría de Kutta-Yukovski o el principio de acción-reacción. Nos desasnaban sobre los misterios del número pi y la magia de los números primos, y hasta la aparentemente inútil recitación de la lista de los reyes godos o por qué Constantino abrazó el catolicismo.

Todo ello sin la esperanza de ir arrastrando asignaturas de curso en curso y con la trinchera de dos reválidas a superar, so pena de quedarse atascado indefectiblemente. Imperaba una cultura del esfuerzo y la emulación, que se ha perdido. Como el entusiasmo de un profesorado devaluado. Sin un buen Bachillerato, la Universidad te lleva once años o al abandono. En uno de sus surrealismos decía Alfonso Guerra que para cruzar un semáforo había que saber de ecuaciones diferenciales; pues no le faltaba alguna razón. Y si destacan en todo los surcoreanos es por su disciplina educativa, eso que en España los mastuerzos y las víctimas de la Logse llaman fascismo.