Política

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La marioneta

La marioneta
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El presidente de la Generalitat, Artur Mas, se ha convertido en la marioneta del líder de ERC, Oriol Junqueras, y las asociaciones independentistas. Es una situación que muestra la escasa altura política del presidente catalán y una obcecación que conduce con paso firme a CiU hacia el desastre electoral. No deja de causar asombro este empecinamiento, porque ha conseguido crear un conflicto que sólo beneficia a su rival electoral. Es, además, un desastre para Cataluña porque ha roto la convivencia, produce desconfianza en los inversores que no están dispuestos a apoyar un proceso disparatado y, finalmente, generará una gran frustración en aquellos que quieren una consulta que no se celebrará. Hace muchos años que conozco a Mas y siempre me pareció un personaje menor del mundo pujolista que se vio favorecido en la Administración clientelar de la Generalitat gracias a ser hijo de un amigo de Pujol. Nadie que le conozca es capaz de destacar algún mérito relevante, ya sea en su formación o trayectoria política. Las consecuencias de su fragilidad son ahora, desgraciadamente, muy patentes. Los acontecimientos le han sobrepasado. Cuando se convirtió en el líder de CiU gracias al dedazo de Pujol y con el apoyo fervoroso de una familia ahora tan denostada pensé que el cargo le venía grande. El poderoso clan tenía claro que era la figura perfecta para un periodo de tránsito hasta que le pudiera suceder Oriol Pujol, que en aquel momento era demasiado joven. Junqueras se ha aprovechado de la situación con notable habilidad e inteligencia. El objetivo del líder de ERC es llegar a las elecciones municipales y convertirse en el primer partido de Cataluña a costa de CiU. No hay que olvidar que es un político que se ha forjado en el mundo municipalista y sabe qué es clave para su proyecto independentista. Su formación como historiador, acostumbrado a trabajar pacientemente en los archivos, le otorga una visión temporal del proceso y no tiene prisa. No busca ser vicepresidente de la Generalitat o presidente del Parlamento catalán como sus antecesores, sino alcanzar la independencia. Es el líder en la sombra de un proceso que tiene como cabeza de turco al vanidoso Mas, que se siente como un nuevo Macià o Companys; por supuesto, su modelo ya no es Pujol, al que le hacía la pelota con una intensidad insuperable. Es triste que los catalanes no tengamos un Tarradellas que sea capaz de sacarnos del enredo que han organizado unos políticos mediocres y tecnócratas cuya única legitimidad es la utilización de los medios públicos al servicio de la independencia. Rajoy ha actuado con eficacia, rigor y prudencia. Ha demostrado que tenía una hoja de ruta muy clara. No podía actuar hasta que el marco legal se lo permitiera, porque una cosa son las declaraciones y las manifestaciones y otra muy distinta, los actos jurídicos, que son impugnables. Estamos en un Estado de Derecho. Mas se ha colocado en un callejón sin salida y observa impasible cómo se desmorona la formación política que fundó el defraudador y corrupto Jordi Pujol. Entre los dos han conseguido hundir a CiU. El presidente catalán ha rechazado todas las oportunidades que ha tenido para salir del enredo y se ha empecinado en agitar la calle con la ayuda de sus medios públicos de comunicación que se han convertido en meros instrumentos de la propaganda independentista. Lo normal hubiera sido que presentara su dimisión, pero prefiere un naufragio en toda regla que destruya el nacionalismo catalán para dar paso a ERC. Es también una oportunidad para Duran Lleida.