Trabajo
La mejor edad
Cuál es la mejor edad de una persona es algo muy subjetivo. Sin embargo, te dicen que estás en ella en numerosos y variados momentos de la vida. Rubén Darío cantó a la juventud como la mejor edad, un divino tesoro que no vuelve una vez se ha ido. Pero ésa no es la opinión de muchos jóvenes españoles, hartos de no encontrar empleo.
Se les exige cada vez mayor preparación, más titulaciones en grado, postgrado y varios idiomas, pero cuando consiguen reunir todos los requisitos de currículum, tienen que salir de España en busca de una oportunidad laboral. Ésa es la tragedia de casi la mitad de los menores de 25 años, porcentaje de parados jóvenes.
Una economía que expulsa de esta manera al capital humano mejor formado es ineficiente y corta de miras. En España, la democracia ha hecho razonablemente su labor, consiguiendo los mejores niveles académicos de la historia en poco más de 30 años, pero el mercado no ha sido capaz de hacer su parte del trabajo, no ha creado los puestos de trabajo suficientes para absorber ese capital ni ha surgido un tejido empresarial suficientemente moderno y competitivo.
Pero hay un drama aún mayor, es el de los mayores de 40 años en situación de desempleo. Y eso a pesar de que, para otros, los cuarenta sean la mejor etapa de la vida.
Cuando vino la crisis, los primeros que cayeron fueron los trabajadores que tenían buenos sueldos. La forma de recortar en el mundo privado fue similar a la metodología usada en las administraciones públicas: primero los gastos de mayor cuantía, ahí se encontraron con los empleados de mayores retribuciones y mayor antigüedad.
Daba igual los servicios prestados durante toda una vida o la experiencia acumulada, ya no importa tanto la excelencia del producto o servicio prestado, ahora se trata de abaratar costes.
Como consecuencia, la tasa de paro en los mayores de 25 años está por encima del 20 por ciento y mayor aún entre los españoles que están en los cuarenta que en los mayores de 55 años. Además, con un problema añadido respecto a los jóvenes: se dispara el porcentaje de los que llevan más de 1 o 2 años esperando encontrar un empleo.
Un mercado con un tasa de paro elevada produce un descenso de los salarios de los trabajadores que sí tienen una ocupación. Los datos de la agencia Thomson Reuters muestran que, desde que estalló la crisis, el salario real en España se ha reducido en una cuarta parte. No ha ocurrido lo mismo en Estados Unidos o en Alemania, donde ha subido un 5 por ciento.
Eurostat recuerda que, en apenas ocho años, el sueldo anual de los españoles medios ha bajado en 2.000 euros. A pesar de ello muchos desempleados mayores de 40 años estarían dispuestos a convertirse en «mileuristas», algo muy denostado hasta el año 2007. La edad no es un dato que favorezca la contratación, por mucha cualificación y experiencia que se tenga, muy al contrario, es un hándicap en ocasiones insuperable.
Esta situación es contradictoria con las exigencias de futuro de una sociedad que mira de reojo la sostenibilidad de nuestro Estado del Bienestar.
El sistema de pensiones es uno de los pilares de esa red de seguridad llamada Estado del Bienestar que dio tan buena segunda mitad del siglo XX a Europa.
Ante el envejecimiento de la sociedad muchos han propuesto el incremento de la edad de jubilación. La pregunta que debe formularse honestamente la sociedad y, en particular, el mundo económico, es si estamos dispuestos a contar con un importante ejército de trabajadores y profesionales que hoy están estigmatizados en la búsqueda de un puesto de trabajo.
Hace unos días escuchaba atentamente las reflexiones de una profesora de Economía, especializada en Estado del Bienestar, de una importante universidad. Su crítica a la política se centraba en la ausencia de un debate sereno sobre el futuro del sistema de pensiones. Ella atribuía la causa a que la política responde a las coyunturas electorales y eso le imposibilita afrontar debates y tomar decisiones que podrían tener costes en las urnas.
Yo no sé si es eso lo que ocurre, o es que algunos poderes económicos y su brazo político intentan que se marchite por sí solo el Estado del Bienestar por falta de sostenibilidad. En cualquiera de los dos casos, a cualquier español nos interesa mucho más esta cuestión que la actualidad que arroja la política a diario.
Es triste que, en ocasiones, haya que buscar la opinión de los políticos que están en primera línea en las revistas del corazón.
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