Julián Redondo

La mudanza

La Razón
La RazónLa Razón

Eran otros tiempos cuando los hijos espabilaban para emanciparse y volar del nido cuanto antes. Había más trabajo; menos preparación, probablemente, pero más posibilidades laborales. Hoy, la crisis mantiene a la prole arraigada en el hogar paterno, asida a las faldas de la madre porque fuera hace un frío que pela y las perspectivas de encontrar una colocación son lamentables. Por eso choca el orden inverso de los factores en el caso de David de Gea.

El portero, que ha renovado con el United después del vía crucis veraniego, ha firmado un fabuloso contrato por cuatro años, ha tasado la cláusula de rescisión en 80 millones de euros y ha decidido establecerse en Mánchester por lo menos hasta agotar el compromiso. De Gea ha cambiado radicalmente de pensamiento después del desengaño. Ya no piensa en el Real Madrid, al que perdonó la cláusula de penalización de cinco millones por no ficharle. No son las únicas decisiones trascendentales que ha adoptado.

Ya no vivirá con sus padres, que mañana han previsto hacer la mudanza desde la fría y lluviosa Inglaterra a España. Les duele, no obstante. Mientras, David hace la suya desde la mansión donde vivía con los progenitores a otra más grande. Se independiza para vivir con Edurne... y con el hermano de la cantante, que se va a establecer en su domicilio, con ellos, para hacer compañía al portero, incluso cuando la artista viaje para atender a sus compromisos artísticos. De Gea se «ha mudado» de casa, a una más grande, por lo menos cuatro años, hasta que vuelva a oír los cascabeles del Madrid.