Martín Prieto
La muerte del samurái
André Malraux, novelista, ensayista, ladrón de tesoros indígenas en Indochina, revolucionario de opereta en la Guerra Civil española y ministro de Cultura del General De Gaulle, cuenta en sus «Antimemorias» que su padre fue a su carpintería, sujetó fuertemente el mango de una gran hacha con el filo hacia sí y se partió la cabeza en dos. Malraux quedó más impresionado por el tremendo voluntarismo del acto en un hombre al que todos consideraban sano física y mentalmente que por la barbarie del procedimiento. Él no se quitó la vida (hay genetistas que suponen que estas patologías pueden ser hereditarias) pese a que nunca superó la muerte en accidente de coche de sus hijos gemelos, varones y únicos. En 1999, prediciendo el futuro de este siglo, la Organización Mundial de la Salud avisó de que las grandes enfermedades del siglo XXI serían la obesidad y la depresión como tristeza maligna que acaso sea producida por una falta de producción cerebral de serotonina que provoca un displacer irresistible hacia la vida. También la autoboridundia (de Gómez de la Serna)puede tener raíces culturales. En Japón tampoco es noticia que pandillas de adolescentes integrados y estructurados se citan un fin de semana por las redes sociales para tirarse al Metro cogidos de la mano. La manera de irse de Mota. En la asociación británica «Exit» te facilitan metodologías menos explícitas que atravesarse el corazón con un cuchillo de carnicero sentado en un retrete de un centro de salud en Sitges cuando eres joven, rico, reconocido y rodeado de afecto. Lo de Mota es una inmolación japonesa que recuerda la de Mishima, culturista, al borde de Nobel y tocado de una insania nacionalista. El seppuku («harakiri») exige vendar el vientre para evitar la evisceración y con la espada corta abrir un siete hacia la derecha invertido. Inmediatamente el asistente a la ceremonia te decapita con la katana. Es una enfermedad que, como tantas, tiene el inconveniente de no ser diagnosticada. La capacidad del ser humano para ocultar los infiernos interiores es indescriptible.
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