José María Marco

La no política

Esta semana se hacían públicos los datos de empleo del mes de abril. Resultan bien conocidos, pero son tan espectaculares que vale la pena recordar algunos de ellos: sólo en el mes de abril se crearon 175.495 empleos, se han superado los 17 millones de afiliados a la Seguridad Social, en el último año se han puesto a trabajar 578.243 personas...

Cuando se generaban cerca de 2.500 parados más al día, hace cuatro años, era común escuchar que las cifras no indicaban la gravedad de la catástrofe porque detrás de cada número había un drama humano. Se sigue escuchando lo mismo ahora que la cifra de parados se reduce. No se escucha nunca, en cambio, hablar de lo que significa en términos humanos y sociales uno solo de esos empleos creados en el último año, o de los 175.495 del mes de abril (más de 5.800 al día). Y aun se escucha menos hablar de lo que significan esas cifras en términos políticos. Es bien sabido que Mariano Rajoy y su Gobierno sólo entienden de economía.

Pues bien, convendría recordar que esos puestos de trabajo son consecuencia de factores políticos y sociales muy diversos y complejos. En primer lugar, una reforma laboral que ha empezado a cambiar la relación de los españoles con el trabajo y a adecuar nuestra forma de trabajar a un mundo globalizado, en perpetuo cambio y con competidores sin fronteras. La creación de empleo no habría sido posible sin una seria y difícil reducción del déficit, sin el mantenimiento de la estabilidad política e institucional en momentos de alta volatilidad –que nos podrían haber conducido al escenario portugués, por no decir al griego– y si no se hubieran empezado a despejar incertidumbres, o delirios, como la secesión de Cataluña, que espantan la inversión.

Tampoco se habrían creado estos puestos de trabajo si las instituciones no hubieran cumplido su papel con seriedad e independencia y, antes que nada, si la inmensa mayoría de los españoles no hubiera comprendido lo que estaba en juego y se hubiera opuesto al programa de reformas, como se han opuesto hasta muchos otros países europeos. Esta es la clave fundamental: un gobierno reformista actuando con una sociedad abierta a las reformas. Habrá quien diga que todo esto no es hacer política. En realidad, lo único deseable para nuestro país, en particular para los jóvenes que buscan trabajo y para los pensionistas, son otros cuatro, por no decir ocho años –mínimo– de no política como ésta.